El comerciante americano Timothy Dexter (1747-1806) quien hizo su primera fortuna vendiendo carbón en Newcastle, fue un hombre de mínima visión comercial, pero con muchisima suerte. Una parte importante de su fortuna personal la hizo al enviar a las indias occidentales (o sea al Caribe) un lote de calentadores de cama.
En el tórrido clima del trópico nadie necesitaba de esos artefactos pero los nativos las compraban para cocinar pescado y el negocio terminó siendo un éxito.
Con el dinero obtenido, Dexter adquirió una enorme propiedad en Massachusetts donde armó una especie de reino a la medida de sus delirios. Primeramente, instaló en la entrada de la casa una colección de cuarenta estatuas de madera de tamaño natural que representaban los personajes históricos más importantes, donde se encontraban, entre otros Adán y Eva, George Washington, Luis XVI, Napoleon Bonaparte y el propio Dexter.
Luego se procuró una corte real, conformada por su esposa (de la cual aseguraba era en realidad un fantasma), un astrólogo, un gigante con retraso mental en calidad de bufón, una ama de llaves a la que presentaba como una princesa africana y un poeta oficial.
En 1802, escribió su autobiografía en donde aseguraba era el candidato ideal para ser elegido Emperador de los Estados Unidos.
Además, el libro estaba conformado por una sola oración, sin ninguna ilación argumental u orden lógico. Como carecía de cualquier signo de puntuación, que hacia virtualmente imposible su lectura, Dexter dispuso que la segunda edición estuviera provista de un apéndice repleto de comas, puntos y signos de interrogación para que los lectores los pusieran donde le pareciera más oportuno.
Sin duda pocos hombres tan coquetos como el dandy inglés George Bryan Brummel (1778- 1840) conocido como el “bello Brummel” quien necesitaba de cinco horas por día para su arreglo personal (otras fuentes señalan unas nueve horas)
Una de sus costumbres era enviar su ropa a Francia para que allí fuese lavada y planchada. Otra, era sacarle brillo a sus botas, humedeciéndolas en champagne. Brummel estaba en todos los detalles, sus hojas de afeitar eran colocadas entre pergaminos de ediciones clásicas para dotarlas de la suavidad que su piel necesitaba.
Considerado un referente de la moda y el buen gusto de la época, su particular personalidad quedó reflejada en las numerosas anécdotas que se refieren a sus caprichos. Arthur Conan Doyle, por ejemplo, lo utilizó como uno de los personajes de su novela Rodney Stone.
Siempre fue protegido por la realeza, hasta que una discusión con el príncipe de Gales fue el principio de su caída. Jamás pudo volver a ocupar un lugar de privilegio. Acosado por las deudas huyó a Francia donde años más tarde murió de sífilis y sin un centavo.º