Durante los últimos 33 años en España se ha modificado casi todo. Los valores sociales, las creencias dominantes, los roles de sexo, la educación, las lenguas, los estilos de vida, y las costumbres. Y cuando algo no se ha podido modificar, se le ha cambiado el nombre para que parezca diferente. Sólo dos cosas han permanecido inmutables: el color del uniforme de la Guardia Civil, y la Constitución.
En numerosas ocasiones se ha propuesto la necesidad de cambiar esta última: eliminar la preferencia del varón en la sucesión a la Corona; reconocer la existencia de las CC.AA.; modificar el Título VIII para racionalizarlo; y unas cuantas cuestiones más. Pero siempre nos hemos encontrado con la misma negativa por parte de nuestros eminentes políticos. Al parecer, reformar la Constitución era difícil, delicado, inoportuno y hasta peligroso. Con la excepción de un microscópico cambio en 1992 –para adaptarla al Tratado de Maastrich- la Constitución de 1978 ha sido elevada a los altares, y convertida en un texto sagrado, intocable e inviolable.
Ahora nos enteramos de que en unas pocas horas el PP y el PSOE se han puesto de acuerdo y coinciden en que una reforma de la Constitución no sólo es posible, sino absolutamente necesaria y urgente. Y también se han puesto de acuerdo –esto no es novedad- en que se reformará sin consultar a los españoles en referendum.
¡Y yo que no creía en los milagros!
Manuel López Gascón.
Sociólogo. Mediador Familiar.