Quisiera ser aquel dios que te dibujó los lunares,
un dios pequeño y juguetón
pintando miles de puntitos en tu piel.
Me gustan tus lunares,
me gusta contarlos como si fueran estrellas.
Encontrarme cada día con uno nuevo,
como si fuera un astrónomo que halla una supernova,
escondida en algún lugar recóndito de tu espalda
o bajo tus pechos.
Me gusta recorrer tu piel con mi mano,
seguir las lineas invisibles
que se van creando entre los planetas.
Muy poco a poco, como el telescopio más preciso.
Tú dices que no te gustan,
que quisieras no tener ningun lunar,
tener una piel blanca y lisa.
Pero qué sería entonces de mí,
marino sin rumbo en la noche cerrada.
Recuerdo que te pedí un lunar
La noche que nos conocimos.
Aquel que tienes junto al ojo.
Me bastaba esa pequeña Ítaca
para contruir en élla mi casa.
Y tú, generosa, dijiste:
son todos para ti,
si adivinas cuantos son en total.
Quisiera ser aquel dios que te dibujó los lunares,
un dios pequeño y juguetón.
Y besar tus lunares cada noche,
Con cuidado, con mucho cuidado,
para que no se despeguen.
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