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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: mister marshall  (Mensaje original) Enviado: 03/01/2012 15:37

BRONCEMIA.... la broncemia se mide por "el nivel de bronce en sangre" de ciertaa personas, que sueñan "con que su estatua de bronce esté en el patio de su casa
Los "broncémicos" se encuentran en diferentes espacios sociales: en la universidad, los tribunales, las sociedades e instituciones científicas. "Sin antecedentes, la soberbia y la solemnidad propia del broncémico aparecen en el político de manera espontánea", sostuvo.

Por otro lado, quien padece "broncemia" muestra como síntoma que "el deseo de hablar está en relación inversa con su edad y capacidad de comprender y discernir". Y, cuando habla, sus oídos no escuchan nada, "no escucha a nadie", dice. "El bronce se acumula primero en los pies, luego sube hasta el cerebro. Los broncémicos ya no caminan, se desplazan majestuosamente", lanzó Occhiuzzi.

"Cualquiera de nosotros, en donde desarrollemos nuestra actividad, seguro que convivimos con broncémicos. Uno de los primeros síntomas es que comienza a perder la capacidad de sonreír", agregó.

Antídotos. Afortunadamente, este médico de Jesús María tiene una receta. ¿Qué podemos hacer para que los jóvenes no se contagien de broncemia?, se pregunta. "Tratar de imbuirles en sus cerebros el deseo de ayudar a sus colegas, a sus colaboradores, a sus pacientes, sembrar para que florezca el espíritu de servicio", respondió.

De esa forma, destacó la actividad de servicio como un acto instintivo, el profundo deseo de satisfacer aquello que desean de nosotros. "No es un acto, es una actitud de vida. Si los médicos jóvenes no se preparan para estar con espíritu de servicio, están muy cerca de contagiarse de broncemia", concluyó.

Breve lapso en silencio mientras el reloj apura. Occhiuzzi saca un papel del bolsillo y recuerda una anécdota de un médico que atendía a pacientes terminales. En una charla con jóvenes profesionales, el médico enumeró las tres cosas que los pacientes le pedían: que golpeen en nuestra habitación, que cuando salgan se despidan y que cuando hablen nos miren a los ojos.

"Ninguno pidió la cura de su enfermedad, sólo pedían respeto", concluyó.

Aplausos.



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