Cientos de muchachos aguardaban a las 12.00 bajo la arcada de la casa consistorial de Ateca pendientes de que hiciese su aparición La Máscara. Mientras la música sonaba y la chiquillería esperaba, Roberto Labrador Sinusia, un atecano de 24 años que por segundo año consecutivo da vida a este popular personaje, posaba la corbetera sobre las cabezas de trabajadores municipales, que antes de que hiciera su primera salida le pidieron la bendición.
El citado gesto evidencia que la figura de esta especie de bufón tiene características religiosas y profanas. Los pequeños quieren hacerse con los cascabeles que cuelgan de su traje y los mayores lo buscan para que les proteja. Ataviado con pantalón y cuerpo de rayas rojas y amarillas, la cabeza cubierta, con un sable y el escudo, este personaje salió corriendo por la puerta principal del ayuntamiento.
Con un suave golpe de espada, intentó evitar a los chavales que se arremolinaban a su alrededor y entró en la farmacia, en carnicerías y panaderías, en los bares, en la peluquería?, subió la calle Real, llegó al arco del Mesón y en la fábrica de Cadbury repartió algunas chocolatinas entre los que todavía le seguían.
«Este año ha ido mejor, ya no eres novato y sabes por dónde tienes que ir», dijo La Máscara apenas sin cascabeles visibles, aunque guardaba alguno. No dejaron de repetir su nombre los chiquillos, «¡Roberto, Roberto!», le gritaban llamando así su atención. «Espero seguir oyéndolo durante muchos años más», señaló este joven, dispuesto a continuar con una tradición que le divierte.
Siguiendo sus pasos fueron sus amigos Javier Vicen y Alberto Enguita, que tenían como función proteger a los pequeños para que no se tropezasen a la puerta de los establecimientos. Padres y abuelos también engrosaron la comitiva. Ángel Moreno iba con su nieta Alba, de 5 años, y recordó sus años mozos. «Nuestros tiempos eran más difíciles, pero esto siempre ha sido una satisfacción y una alegría para todos», comentó.
Por su parte, Ramón Duce, residente en Zaragoza y natural de Ateca no dudó en tomarse unos días libres para participar con su mujer en esta fiesta tan arraigada. «Se siente mucho San Blas, La Máscara es una cosa típica, y ahí está, le gusta a la gente», manifestó. Hoy el del traje a rayas tendrá que alcanzar el cerro entre una lluvia de manzanas