QUIZÁS tú, al igual que Luis, estés esclavizado al hábito de la masturbación. Sabes que a Jehová le complacería que no cedieras al impulso y que tuvieras autodominio, uno de los frutos de su espíritu santo (Gálatas 5:22, 23; 2 Pedro 1:5, 6). Pero a veces caes en la tentación y, tras cada recaída, te convences de que no tienes remedio y de que eres incapaz de obedecer las justas normas divinas.
Eso mismo opinaba el joven Pedro, quien explica: “Cada vez que recaía, me sentía terriblemente mal. Pensaba que lo que había hecho era imperdonable. Me resultaba difícil orar, y solía empezar diciendo: ‘Jehová, no sé si me vas a escuchar esta vez, pero...’”. Otro joven, llamado Andrés, relata una situación similar: “Me sentía muy hipócrita, y me costaba muchísimo levantarme por las mañanas y afrontar la rutina diaria. Además, se me hacía muy difícil asistir a las reuniones cristianas y participar en el ministerio”.
Si tu situación es parecida a la de Luis, Pedro o Andrés, no te desanimes. Ni eres el único ni eres un caso perdido. Muchos jóvenes y adultos han luchado contra el hábito de la masturbación y han sido capaces de superarlo. Tú también puedes lograrlo.#