LA LUCIÉRNAGA Y EL FARO Virginia Woolf…”, solía comenzar conversaciones aquel Faro prepotente, amigo de hacer guiños obscenos a cualquier barcaza que se pusiese a tiro por las noches (y, de no haber ninguna, bien le valían las olas, las pálidas arenas japonesas e, incluso, si mucho lo apuraban sus tormentas interiores, las caracolas, las estrellas de mar y los cangrejos). La Luciérnaga, empero, no tenía tanta suerte. Y, por ello, se quejaba amargamente. - Bien pudieras quererme… A la vista está no te iba a costar mucho trabajo… - Tú te quejas de vicio…- le replicó el Faro, con su sempiterno priapismo cuesta arriba. - Pues claro que por vicio…- murmuró la Luciérnaga, para no ser oída sino por sus muchas y variadas soledades- ¿Acaso crees que alguien, en su sano juicio, podría esperar de ti otro tipo de apaño…? El Faro, de siempre aficionado a echarse todo tipo de faroles, había cogido carrerilla: no había quien lo parara… - Tu problema, pequeña mía, surge a partir de una premisa verdadera: que no estás a mi altura. Un silogismo en bárbara barroca, ya te habrás dado cuenta…Eres, prácticamente, un gusarapo…Eso sí: fosforescente; no seré yo quien te niegue los méritos… Me encuentro acostumbrado a otras hechuras; sin ir tan cerca, la biblioteca de Alejandría solía tirarme sus tejas y sus tejos…Ya lo dice Virginia: no hay nada como un faro para hacerte compañía… Resultamos brillantes por autonoplastia; vendríamos siendo, disculpa la inmodestia, prácticamente, estrellas… Un gusano con pilas como tú debiera valorarlo y no picar tan alto… La Luciérnaga, herida en lo más vivo, con hilo de voz, se atrevió a reprochar tanta soberbia: - Duro te muestras, Faro. Ojalá no tengas ocasión de lamentarlo… - Me has dejado de piedra… ¿Me amenazas…?- y para mayor escarnio, burla y mofa y befa, dejó bramar, de repente, en la noche, su sirena de niebla… Lejos de allí; muy lejos, en las profundidades, la cría de dinosaurio sale de su letargo. Con gran dificultad, ha abierto un ojo, cegado, hasta ese instante, por legañas coralinas y anémonas de rubia cabellera…Sus sentidos, alerta, sin embargo, detectan la llamada: su mensaje. Y comienza a moverse, torpemente. FIN.
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