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General: Chunglang
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Réponse  Message 1 de 3 de ce thème 
De: FOC cs  (message original) Envoyé: 08/09/2012 10:03
Un anciano llamado Chunglang, que quiere decir «Maese La Roca», tenía una pequeña propiedad en la montaña. Sucedió cierto día que se le escapó uno de sus caballos y los vecinos se acercaron a manifestarle su condolencia.
Sin embargo el anciano replicó:
- “¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia!”
Y hete aquí que varios días después el caballo regresó, y traía consigo toda una manada de caballos cimarrones. De nuevo se presentaron los vecinos y lo felicitaron por su buena suerte.
Pero el viejo de la montaña les dijo:
- “¡Quién sabe si eso ha sido un suceso afortunado!”
Como tenían tantos caballos, el hijo del anciano se aficionó a montarlos, pero un día se cayó y se rompió una pierna. Otra vez los vecinos fueron a darle el pésame, y nuevamente les replicó el viejo:
- “¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia!”
Al año siguiente se presentaron en la montaña los comisionados de «los Varas Largas». Reclutaban jóvenes fuertes para mensajeros del Emperador y para llevar su litera. Al hijo del anciano, que todavía estaba impedido de la pierna, no se lo llevaron.
Chunglang sonreía.

Hermann Hesse


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Réponse  Message 2 de 3 de ce thème 
De: cascabell canario Envoyé: 08/09/2012 10:10

Réponse  Message 3 de 3 de ce thème 
De: cascabell canario Envoyé: 08/09/2012 10:10
EL HOMBRECITO VESTIDO DE GRIS.

Había una vez un hombre que siempre iba vestido de gris. Tenía un traje gris, tenía un sombrero gris, tenía una corbata gris y un bigotito gris.

El hombrecito vestido de gris hacía cada día las mismas cosas.

Se levantaba al son del despertador. Al son de la radio, hacía un poco de gimnasia. Tomaba una ducha, que siempre estaba bastante fría, tomaba el desayuno, que siempre estaba bastante caliente, tomaba el autobús, que siempre estaba bastante lleno, y leía el periódico, que siempre decía las mismas cosas.

Y, todos los días, a la misma hora, se sentaba en su mesa de la oficina.

A la misma hora.

Ni un minuto más, ni un minuto menos.

Todos los días, igual.

Es despertador tenía cada mañana el mismo zumbido. Y esto le anunciaba el día que amanecía era exactamente igual al anterior. Por eso, nuestro hombrecito del traje gris, tenía también la mirada de color gris.

Pero nuestro hombre era de color gris sólo por fuera. Hacia adentro... ¡un verdadero arco iris! El hombrecito soñaba con ser cantante de ópera. Famoso.

Entonces llevaría trajes de color rojo, azul, amarillo... trajes brillantes y luminosos.

Cuando pensaba aquellas cosas, el hombrecito se emocionaba. Se le hinchaba el pecho de notas musicales, parecía que le iba a estallar.

Tenía que correr a la terraza y...

- ¡Laaa – lala la la la laaa...! el canto que llenaba sus pulmones volaba hasta las nubes. Pero nadie comprendía a nuestro hombre.

Nadie apreciaba su arte. Los vecinos que regaban las plantas, como sin darse cuenta, le echaban una rociada con la regadera. Y el hombrecito vestido de gris entraba en su casa, calado hasta los huesos.

Algún tiempo después las cosas se complicaron más. Fue una mañana de primavera. Las flores se despertaban en los rosales. Las golondrinas tejían en el aire maravillosas telas invisibles. Por las ventanas abiertas se colaba un olor a jardín recién regado. De pronto, el hombrecito vestido de gris comenzó a cantar:

- ¡Granaaaadaa...! en la oficina.

Se produjo un silencio terrible. Las máquinas de escribir enmudecieron.

Y don Perfecto, el Jefe de la Planta, le llamó a se despacho con gesto amenazador.

Y, después de gritarle de todo, terminó diciendo:

- ¡Ya lo sabe! Si vuelve a repetirse, lo echaré a la calle.

Días mas tarde, en una cafetería, sucedió otro tanto. El dueño, con cara de malas pulgas, le señaló un letrero que decía:

“SE PROHIBE CANTAR O BAILAR”

Y lo echó amenazándole con llamar a un guardia.

Nuestro hombre pensó y pensó.

¡No podía perder su empleo! Tampoco quería andar por el mundo expuesto a que lo echaran de todas partes.

Y, al fin, se le ocurrió una brillante idea.

Al día siguiente, fingió tener un fuerte dolor de muelas. Se sujetó la mandíbula con un pañuelo y fue a su trabajo. Así no podría cantar. ¡Aunque quisiera! Y día tras día, año tras año, estuvo nuestro hombrecito, con su pañuelo atado, fingiendo un eterno dolor de muelas.



 
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