laro,Este-o soy yo. - AiresdeLevante

Hola, soy un hijo de puta, pero no os confundáis, no soy un hijo de puta en sentido coloquial, ni insultante, ni en sentido cariñoso (que también se suele usar). No me molesta que me digan "hijo de puta" aunque el tono sea agresivo, aunque decirme "hijo de puta" vaya mas allá de un simple insulto. Y no es porque mi madre sea una puta en realidad, ni porque la propia gente que lo diga sepa, a ciencia cierta, que mi madre es una puta (incluso muchos se han acostado con ella). No es por eso.
Desde pequeño tengo asumido que soy un hijo de puta pero no he permitido que eso etiquetara mi vida. Para los demás quizá sí que lleve una etiqueta en el culo, pero ese es su problema.
No voy a decir aquello de: "Me enorgullezco de ser lo que soy". (¡Qué idiotez!) Pero ser un hijo de puta me ha ayudado a no tener demasiados prejuicios aunque siempre te queda alguno, no se puede hacer nada contra eso. La naturaleza del hombre civilizado está llena y, aunque tú creas que no, al final hay un prejuicio escondido debajo de tus calzoncillos, en la puerta del retrete, en el ascensor, en una esquina o hasta en medio de un terremoto. Somos así de imbéciles.
En el colegio, era gracioso, todos me atacaban con lo mismo: "Tu madre es una puta, hijo de puta, tu madre es una puta que me lo ha dicho mi padre". Yo los miraba y no decía nada. Sólo los miraba fijamente, sin odio, sin agresividad, sin ánimo de venganza. Sólo los miraba y pensaba... en mamá. Lógicamente aquellos "insultos" me hacían recordar a mi madre.
Era una buena puta. Trataba muy bien a sus clientes. Les daba cariño (un poco caro, pero cariño al fin y al cabo). Les hablaba dulcemente (si alguien que no los conociera los hubiese visto, nunca dirían que eran una puta y su cliente).
Mi madre trabajaba en casa. Cuando tenía un cliente me mandaba a mi habitación, pero a mí me gustaba fisgonear y ver la primera toma de contacto con aquellas personas. No sé muy bien porqué, supongo que quería conocer al tipo que se iba a acostar con mi madre, pero también me gustaba ver como mamá trataba a aquellos individuos.
No me extrañaba nada que tuviera tanto trabajo. Era una gozada estar con ella y estoy seguro que haciendo el amor tenía que ser maravillosa. A veces me apetecía ir a echar una ojeada a su habitación mientras lo hacían, pero nunca me atreví... Prejuicios, supongo.
Para ser una puta de barrio tuvo bastante suerte con sus clientes. Sólo le pegaron una vez. Lo peor fue que era un vecino de la misma escalera. Se llamaba Florencio. Ya sé que importa una mierda su nombre, pero se me quedó clavado en el cerebro para el resto de mi vida. Cuando me presentan a algún Florencio se me pone la carne de gallina... Yo estaba delante cuando le pegó a mamá: "¡Cómo le digas algo a mi mujer te mato!". Mi madre nunca hubiese dicho nada a nadie y él lo sabía, pero descargó su represión contra ella. Yo, con mis seis años, sólo pude tirarle un coche del Scalextric a la cabeza..... y acerté.
Fue muy duro aguantarlo como vecino los años siguientes . Verlo cada día era vomitivo. Por suerte, una noche lo atropelló un coche de bomberos que iba a toda hostia a apagar un incendio en un bosque cerca de la ciudad. Sí, fue una suerte. Lo digo sin prejuicios. Era insoportable verlo cada mañana. Se me hacía una bola en la garganta (cada año que pasaba, más grande). Me supo mal por los bomberos que, por culpa de mi vecino, no pudieron apagar el incendio antes de que se propagase.
Cuando murió pensé que la muerte había tenido buen gusto y que sabía lo que se hacía, incluso, una noche soñé con ella. Se acercaba a mí y me decía: "¿Desea algo más el señor?" Le dije que no, pero, aún así, dos días después se llevó a mamá... "¡La muerte es una hija de perra!"- pensé. Aunque seguro que algún perro tiene algo que decir a eso.