Artículo publicado en España el día 27.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Monterrey/traves/espejo/elpepuint/20100327elpepuint_8/Tes ¿Qué le pasó a Monterrey? La gran ciudad industrial de México, la
echada para adelante, la que tuvo más desarrollo en los últimos 30
años, la de los ahorradores, los que encaraban al centro con la frente
en alto, los que presumían tener controlada su seguridad, están hoy en
la peor crisis de su historia. El narco tomó la ciudad y al inexperto
gobernador Rodrigo Medina no se le ocurre mejor cosa que llamar a los
ciudadanos a una manifestación, como si encabezar la marcha le
permitiera trasladar su responsabilidad a otra parte. La explicación
simplista es decir que la guerra al narco, la estrategia fallida de
Calderón, está golpeando a la inocente e industriosa ciudad de
Monterrey. Pero la descomposición social de la Sultana del Norte, como
también es conocida, es anterior.
Los valores esenciales del Monterrey pujante de la segunda mitad del
siglo XX se perdieron. La cultura del esfuerzo, el sentido de unidad y
esa convicción de tomar el futuro en sus propias manos se fueron
transformando en una cultura de consumo y desprecio a lo que no era
como ellos, pensaron que el futuro lo tenían no solo ganado, sino
merecido. La ciudad orgullosa se volvió vanidosa. No es gratuito que
la crisis social de la ciudad coincida con la estrepitosa caída de la
imagen del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. La
gran mayoría de la elite social del Monterrey pasó por las escuelas
legionarias que formaron una generación insulsa, pagada de sí misma,
volcada al consumo y la presunción, pero sobre todo alejada del
pensamiento crítico. Nada mejor para el aterrizaje del narco que una
élite pagada de sí misma y fascinada con su propia imagen.
Lo que le está pasando hoy a Monterrey le sucedió a Guadalajara en los
años setenta y ochenta. La crisis de una generación que fundó su
futuro en el pasado, que sentía merecerlo todo por su heredad, puso la
cama a la llegada del narco y luego se acostó con él. El narco se
vuelve "intolerable" cuando los muertos tocan a las élites. En
Guadalajara tuvo que caer un Cardenal, en Monterrey dos estudiantes
del Tec. En Guadalajara nadie se acuerda de los otros seis muertos el
aeropuerto aquel 24 de mayo de 1993, cuando murió el purpurado; en
Monterrey nadie habla de los otros dos civiles que cayeron ese mismo
fin de semana víctimas del fuego cruzado. En Jalisco también hubo un
gobernador que pensó que la mejor forma de evadir su responsabilidad
era sumándose a una marcha contra la violencia.
La crisis de Monterrey no se resolverá fácil ni rápido. Lo que sigue
es el auto exilio de las élites con consecuencias sociales y
económicas importantes. A Guadalajara le costó muchos años entender
que el problema no "venía de fuera" sino que fue su propia sociedad la
que entró en crisis y el narco no fue sino una consecuencia de ello.
El atajo, la vía rápida, se llama autocrítica: reconocerse en el
espejo, y plantearse lo más rápido posible la renovación de su élites.
El asesinato de los dos jóvenes del Tec no es el final de un proceso
de descomposición, sino el arranque de un largo camino hacia la
reinvención.