Hoy medio mundo está riéndose o criticando las declaraciones del presidente de Bolivia en la Conferencia Mundial sobre los Pueblos contra el Cambio Climático. Las asociaciones de gays y lesbianas han criticado las palabras de su discurso que supuestamente vinculan la homosexualidad con una “desviación” del comportamiento.
Pero el tema está tan claro como quieren hacernos ver de manera interesada, las palabras textuales dicen que:
“El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres”
Sin más explicación adicional las desviaciones podrían interpretarse también como efectos secundarios del consumo de hormonas como la ginecomastia o problemas escrotales.
Pero a pesar de la supuesta metedura de pata aireada por medios de todo el mundo, no debemos olvidar el fondo de las críticas que ha realizado a los alimentos cargados de fármacos, productos químicos o creados con técnicas de transgenia. Evo se refería a alimentos cargados de disruptores hormonales que son capaces de alterar el equilibrio hormonal del organismo que lo ha ingerido y causar trastornos de muy diversa naturaleza. Concretamente en el ser humano pueden provocar infertilidad o la reducción drástica del número de espermatozoides viables, ciertas deformaciones en los genitales masculinos y el adelanto de la pubertad en las niñas, aunque en animales menos evolucionados como invertebrados o peces sí que pueden inducir cambios completos de sexo.
La mayoría de los disruptores hormonales están provocados por plásticos usados en los envasados de muchos alimentos, por insecticidas, herbicidas o fungicidas, etc. Sustancias capaces de comportarse como interruptores endocrinos están presentes en muchas especies de piensos —intencionalmente o no— como los que se usan para alimentar por ejemplo a los pollos que mencionaba Evo. No es sólo que en algunos países se pueda alimentar al pollo con hormonas femeninas (estrógenos) para acelerar su crecimiento, sino que determinadas sustancias de su dieta se comportan como tales y, al ser de naturaleza química, no se eliminan naturalmente, se bioacumulan y pasan al cuerpo humano por ingestión.
Es evidente que Evo Morales no es un científico pero ni falta que le hace. No le pidamos peras al olmo, Evo es un campesino cocalero indígena que protagoniza una verdadera revolución democrática en su país al margen de las reglas del capitalismo que está situando en la historia a los más desheredados desde un respeto cultural ancestral a la Madre Tierra, a la Pacha Mama. Ese es su gran valor y por eso se le odia tanto. De momento han conseguido que se hable de calvos y no de sus interesantes propuestas contra el cambio climático o contra la industria alimentaria cargada de químicos, fármacos o de sustancias genéticamente modificadas. No les hagamos el juego a los de siempre.