Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia
ROMA.- La Capilla Sixtina, con los imponentes frescos de Miguel Angel, Perugino y Botticelli, deja sin aliento. Pero, aunque parezca imposible, la noche del miércoles pasado se mostró aún más majestuosa, en su máximo esplendor.
En una apertura nocturna extraordinaria, a la que asistió LA NACION, fue posible admirar la capilla más importante del Vaticano como solía verse hace casi 500 años: decorada en su parte baja por seis espectaculares tapices realizados por Rafael (1483-1520), uno de los más celebres artistas del Renacimiento, por encargo de papa León X.
Estos valiosísimos arazzi de Rafael -que se conservan en la Pinacoteca Vaticana y que representan las historias de San Pedro y San Pablo-, fueron exhibidos excepcionalmente en su lugar natural porque cuatro de ellos viajarán a Londres en septiembre, en ocasión del viaje de Benedicto XVI al Reino Unido. Allí, se reunirán por primera vez con siete de los diez cartoni (dibujos) que hizo Rafael para realizar los tapices, tejidos en Bruselas en el famoso y carísimo taller de artesanos de Pieter van Aelst.
Los tapices del Papa -tan perfectos que parecen pinturas- y los cartoni , que son propiedad de la reina de Inglaterra, serán exhibidos juntos por primera vez en el Museo de Victoria y Alberto, de Londres. Se trata de un evento único, que ni siquiera pudo ver el mismo Rafael (porque los dibujos, al principio, se quedaron en Bruselas, mientras que los tapices fueron enviados a Roma), según se reveló en una conferencia de prensa en la Sala Regia del Palacio Apostólico, adyacente a la Capilla Sixtina.
El sello del Papa
El genial Rafael -que ya había pintado los frescos en las cuatro estancias del apartamento de Julio II en el Vaticano- recibió en 1515 el encargo de realizar los tapices para la parte baja de la Capilla Sixtina de parte de León X (Juan de Médicis), hijo de Lorenzo el Magnífico.
"Cuando León X asumió, dos predecesores, Sixto IV y Julio II, habían decorado el centro espiritual del Palacio Apostólico Vaticano con frescos de Botticelli, Domenico Ghirlandajo, Perugino y Miguel Angel. El papa León X quiso sumarse a esta sinfonía de imágenes y como todas las superficies posibles aptas para la pintura estaban cubiertas, decidió enriquecerlas con decoraciones efímeras", contó el profesor Arnold Nesselrath, de los Museos Vaticanos.
"Entonces, los arazzi tenían una larga tradición como escenografía para fiestas laicas y eclesiásticas, y eran utilizados como decoraciones para las apariciones en público de emperadores, reyes, príncipes y soberanos, y para reuniones importantes. En la Capilla Sixtina, además, posiblemente tenían también un efecto sobre la música, mejorando probablemente la acústica", agregó.
Como a partir de 1400 se habían convertido en un objeto de gran éxito, porque, además se embellecer los salones, eran muy prácticos -pues podían enrollarse, moverse de lugar y cambiar totalmente el aspecto de un ambiente-, los tapices eran carísimos.
"Si los dibujos de Rafael costaron 100 ducados de oro cada uno, la elaboración de los tapices costó 1500 ducados de oro cada uno. Es decir, el trabajo de Rafael más el de los renombrados talleres de Pieter van Aelst en Bruselas tuvieron un costo cinco veces superior al pagado a Miguel Angel por los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina", destacó Anna Maria De Strobel, experta en tapices de la Pinacoteca Vaticana.
Más allá del valor de los hilos, algunos, de oro, tejer un tapiz era una tarea más que compleja. Los artesanos flamencos, de hecho, tuvieron que cortar los cartoni de Rafael en tiras para colocarlos debajo del telar y poder copiarlos luego, con gran precisión, sobre cada tapiz, tejiendo desde atrás. Las tiras pintadas de los dibujos fueron más tarde reunidas y los cartoni fueron reconocidos como obras de arte. Tanto es así que durante muchos años hubo una suerte de competencia entre el Reino Unido y el Vaticano para establecer quién poseía la obra más valiosa.
Los tapices de Rafael pudieron verse por última vez en la Capilla Sixtina hace 30 años. Según el profesor Antonio Paolucci, director de los Museos Vaticanos, por entonces aún no se habían restaurado los frescos de la Capilla Sixtina ni los tapices: "Por eso, esta vez, los colores se acercan mucho más a lo que fueron originalmente".