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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Toni  (Mensaje original) Enviado: 23/05/2011 12:33

Todo ocurrió a raíz de esa tarde. Mi nombre es Víctor. Yo soy un tipo normal, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, ni feo ni guapo. Quizá por eso, porque las parejas tienden a encontrar un equilibrio, o al menos esa es la tesis que sostiene una gran amiga, jamás pensé que podría tener a mi lado a una mujer como Amanda. Porque… qué bien le pusieron el nombre. Quién imaginaría una Amanda fea y antipática. Amanda… del latín amandus, adorable, que debe ser amada. Dios, y ¡vaya si lo era! Pero, ojalá pudiera seguir hablando en presente. De hecho lo haría si no hubiera sido por lo de aquella fatídica tarde.

Después de seis meses de levitación junto a ella, y de otras tantas cosas mucho menos espirituales, decidimos hacer un viaje juntos. Qué digo viaje, una escapada, que dónde va a parar, es mucho más romántico. Cochino dinero. Sí, y cochinas compañías low cost, que ofrecen precios increíbles siempre que uno vuele un viernes por la mañana y regrese un domingo por la mañana también. Bueno, era eso o nada. Y un hotel poco céntrico que probablemente no dispondría de habitaciones matrimoniales. Pero lo de apretarse en una de noventa no iba a ser problema. Sólo faltaba conseguir ese viernes de vacaciones.

Y llegó esa tarde, la de tomar la decisión en función de lo hablado en los respectivos trabajos:

-Mi amor, yo no he tenido problemas. He podido cogerme el día.

-Víctor, cariño, yo no me he arriesgado, si me dijeran que no, no tendría más remedio que odiarles por privarme de esos días perdida contigo en Roma, y odiarles supondría ir a trabajar con el entrecejo fruncido, y un rictus en la boca, y soportar ocho horas diarias de crispación, y tener que buscar otro empleo donde no tener motivos para odiar a nadie, y ahora con la crisis es complicado, y, mi amor, es tan sencillo sin necesidad de tomar riesgos…

-Pero Amanda, querida, quién podría negarte nada, ¡a ti!

- Calla, está todo resuelto. Me voy a poner enferma. Llamaré el viernes, antes de ir al aeropuerto, y diré que tengo fiebre. Y ya está.

-¿Así de fácil? ¿Y de verdad que no va a suponer un problema? No, ya lo tengo todo pensado. Mi jefe está con gripe. Y Caridad. El jueves comenzaré a estar congestionada. Me pondré a medio día ese blush tan rosa, que me deja la cara como la cerdita Peggie, y me dirán “Amanda, estás colorada, ¿tienes calor?” Y yo diré, no, pero me encuentro mal, siento escalofríos. Y pediré un analgésico. Por último, activaré el desvío de llamadas, por si en un momento dado me llamaran a casa, que automáticamente se filtren a mi móvil. ¿Qué te parece? He estado dándole mil vueltas, y salvo que el avión se estrellara el viernes, cosa que por otro lado, haría que todo este embrollo dejara de tener ninguna importancia, no hay forma de que se sepa mi mentira.

-Bueno, mi amor, si lo tienes tan claro y es tan sencillo…

Todo acabó ahí. Compramos los billetes, y tras una acaramelada despedida con palabras de amor en italiano, nos fuimos cada uno a su casa. Entonces me quedé pensativo. No podía dejar de darle vueltas a la explicación que me había dado mi querida Amanda. ¡Lo tenía todo perfectamente pensado! No habría necesitado mentir, ¡por todos los santos! ¡si es funcionaria!. ¿Por qué lo habría hecho? ¿Por puro placer? ¡Hasta se iba a maquillar ex profeso para el teatro! Amanda no sólo era adorable, sino también fría y calculadora… Me imaginé nuestra vida juntos, y la posibilidad de que un día, tras habernos dicho te quiero mil veces antes de ir a trabajar, y en un montón de SMS, al volver a casa tras una ardua jornada, pudiera encontrarme la cerradura cambiada. O quizá podría ser peor. Quizá no me quisiera, y estuviera conmigo por puro interés, y esperara a estar en Roma para darme el toque de gracia. No sé, robarme la cartera, romperme mis gafas con montura al aire, o incriminarme en algún asesinato.

Por eso a lo mejor no todo el mundo le daba lo que ella quería. ¡Claro! Por desconfianza. Algo maligno y perverso debía esconderse en esa cara tan maravillosa y dulce, en esas manos perfectas, en ese pecho turgente y en sus piernas firmes. Era imposible, y más para mí, que soy normalito tirando a del montón, pero claro como el agua clara, pues eso se me ve a leguas. Era esa la explicación, sólo quería aprovecharse. Además, y ahora que lo pensaba, seguro que sus dorados cabellos no los parió así su madre, elemental, ahora todo encaja. ¡Es teñida la muy puta! En pocos años le saldrá una verruga en la nariz, por la noche vuela sobre una escoba, y tiene un minino negro escondido en algún lugar. Completamente aterrorizado me resolví a terminar con aquella pesadilla que mi mala suerte me había deparado, y la llamé. Amanda, eres una bruja calculadora y fría que vas a buscar mi ruina, y ¡quién sabe si algo peor! ¿Sabes lo que te digo? ¡Hemos terminado! Y así, de esa manera, por el camino de la prudencia y la virtud, me alejé, muy a mi pesar, de la maravillosa Amanda. Y caminé de nuevo hacia esa normalidad de la que nunca debí haber salido.




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