Cómo expresar en unos versos toda la
emoción
que durante cuatro horas mis sentidos
envolvió,
cómo decir en un poema pequeño la grandeza
de una voz profunda que mi corazón estremeció,
no sé si podré, ni sé si sabré, sólo
llevar me dejaré
por los sentimientos que brotaban de mi, cerrando
mis ojos por un instante mientras escuchaba
las melodías
de un poeta de casi ochenta años llenos
de música y vida
Un escenario sin más adornos que su presencia,
sutiles telas que caían suavemente, pura
belleza
matizada con luces de colores cálidos,
serena
armonía ante diez mil corazones que con
respeto
latían con aplausos que él recogía con
sonrisas,
y el gran Señor de la música eterna, su
sombrero
se quitaba, y sus rodillas en el suelo
acomodaba
cuando una guitarra con una seguidilla
sonaba.
Con un traje oscuro su delgada figura
aparecía
correteando por el escenario como un
chiquillo,
y yo… sonreía divertida ante ese gesto, no
miraba
los pasos que en la vida ya había
andado, tan sólo
mis ojos emocionados por su voz y sus
maneras,
por un sueño que no fue nada, por un
bohemio
que me acercó más a las canciones de
este genio
de la música que tanta calma daba a mi alma.
A mi lado una mirada azul, amiga del
alma
que cuando sus ojos y los míos se
cruzaban
reflejaban lágrimas contenidas y emocionadas,
sin más palabras que las miradas,
hablaban solas
sin decir nada, porque la amistad es
melodía
eterna entre dos corazones que libres
vuelan,
sin posesiones vanas, sin reproches
absurdos,
sintiendo en la piel la música de Leonard
Cohen.
Una canción sonaba y después otra, más
su voz
ronca, baja, espiritual, casi mística no
temblaba
es como si los años le agradecían su
genio y figura
convirtiendo su voz en un misterio que
profundo calaba,
y en perfecta armonía el sonido de un violín
y una guitarra
más tres voces que parecían que del
mismo cielo llegaban
para envolver a diez mil seres que rompían
el aire
con aplausos, y puestos en pie le
mostraban al genio,
al Señor de la música eterna respeto y
admiración,
el mismo que él en cada letra, en cada
nota entregaba.
Y cuando parecía que todo tiene un final,
que todo acaba
ni un alma se movía, tan sólo aplausos agradecidos
y él , el gran Leonard Cohen dando
pequeños saltos
al sencillo escenario volvía, y de nuevo la magia surgía
de su voz penetrante y profunda, que
convertía
el momento en inolvidable dentro de mi
alma.
Tan sólo tres palabras en español en
todo el concierto
dentro de una canción que él dedicaba a
otro poeta
que él admira, el gran Federico García
Lorca
te quiero, te quiero, te quiero, así
decía…
Gracias Señor de la música eterna por
tus melodías,
por tu voz profunda y serena y por cada
letra,
gracias poeta por el recogimiento en tus
gestos
cerrando los ojos en algún instante
mientras
cantabas, es como si lo hicieras por vez
primera,
así es tu entrega y así tus son tus
formas y maneras,
gracias por decirlo todo casi sin
palabras…
“No sé cuando volveré, por esto voy a
darlo todo”
y así lo has hecho, así lo he sentido
con una sonrisa
y con una lágrima emocionada... Gracias Leonard Cohen
Alma_Kore