Al final del campo donde vivia aquel sabio maestro,
estaba una barranca.
Para pasar al otro lado....en donde habia un prado ameno
y una fuente de aguas claras...
la gente debía bajar con grandes trabajos
y subir luego una pendiente muy fragorosa.
Todos los días el maestro tomaba unos guijarros
y los lanzaba al fondo del barranco.
-por qué haces eso...maestro?-
le preguntaban sus discípulos.
Y respondia el maestro:
Es mi contribución para tapar el abismo que nos separa de lo que deseamos.
Si todos hacemos lo mismo... si nuestros hijos y nietos también lo hacen....
alguna vez la barranca quedará cubierta
y los hombres podrán disfrutar sin fatigas de lo que nosotros
ahora debemos de sufrir para gozar.
Mis guijarros son muy pequeños
-no puedo cargar grandes-
pero gracias a ellos el abismo es cada día más pequeño.
Los discípulos supieron que el maestro hablaba palabras de verdad....
y fueron ellos también a luchar contra el abismo.
aD
D
D/A