Ir a misa dominical de las once de la mañana en mi pueblo entrañaba el hermoso riesgo de la aventura. Entre diez y doce feligreses eran increpados e insultado en público por Mosen Ramón. Párroco de carácter fuerte.
A Mosen Ramón no se le perdía detalle mientras oficiaba la Santa Misa. De manera que rezaba el Credo un domingo de agosto cuando interrumpió la oración: "-esa señora del vestido rojo con un niño bastante cabezón con niqui azul y pantalones blancos, ya puede irse por donde ha entrado. Ha llegado tarde a misa".
Y la pobre señora le daba la mano al niño cabezón y salía de la iglesia como un tomate. Otra mañana muy al principio de la misa llegó una familia; padre madre y cuatro niños cargados de juguetes, cubos de plástico, palas, etc..
-"Esa familia con cubos, palas y demás...a la puta calle inmediatamente, o bajo del altar y los echo a patadas. Así no se viene a la Casa del Señor".
Gran tenor mosen Ramón. Gustaba de llevar con su preciosa voz el ritmo de las canciones. Cuando se adelantaba y gritaba "todos", significaba que había que cantar obligatoriamente. Pero nadie se la daba con queso. -" Ese señor calvo con chaqueta azul, mueve la boca pero no canta". Entonces el calvo se ponía a cantar con un miedo y un ardor de imposible superación. Daba la comunión mientras se cantaba el "Hacia ti" Mosen Ramón no dejaba de vigilar. Se detuvo ante una feligresa con la boca abierta, sostuvo el copón con la mano diestra y con la izquierda señaló a una joven que hacía como que cantaba pero no cantaba nada. todos nos arriesgábamos al chorreo en público, pero la misa de once se llenaba de público. Una mañana no regañó a nadie. Debe estar enfermo, nos dijimos. Al domingo siguiente un sustituto sin personalidad alguna oficiaba la misa, mientras tantos como habíamos sido expulsados le acompañábamos al cementerio.