La NASA se encontraba con graves problemas para conseguir pilotos temerarios y con la suficiente experiencia en vuelos espaciales y para colmo Wernher von Braun no hallaba la manera de que sus cohete funcionase ni de que su brazo se dejara de alzar cada vez que veía a alguien con bigotito.
Mientras tanto, se buscaban buenos pilotos para liderar las últimas fases para conseguir poner a un hombre en la Luna. El problema era que nadie quería poner sus posaderas sobre más de cien mil litros de combustible altamente volátil mientras un ex-nazi reía desde la sala de control. Probaron buscando convictos condenados a muerte, pero ninguno estaba tan loco. Finalmente tuvieron que acudir a la medida más desesperada, contratar actores de reparto de películas de serie B.
Neil Armstrong se presentó lleno de alborozo al casting. Le habían dicho que la NASA solía preparar un buen bufé libre. Allí se encontró con otros dos aspirantes, Buzz Aldrin y Michael Collins, al ser los únicos tres aspirantes fueron contratados.
Luna a la vista!
La NASA estaba con el agua hasta el cuello, sabían que llegaría el momento en que algún presidente o incluso su fantasma les compelería a conseguir los objetivos por los gastos que soportaban los contribuyentes. Se les ocurrió hacer lo que mejor sabían hacer. En menos de un año la NASA lo tenía todo listo para la conquista lunar. En el desierto de Nevada construyeron un enorme plató secreto donde situaron el Apolo XI y comenzaría el rodaje de las escenas. Contrataron a Stanley Kubrick para que dirigiera la película basándose en la obra de Julio Verne. Quiso la casualidad que paseara por el rodaje Marlon Brando vigilando sus tierras, cuando de pronto vio el artefacto y a toda le gente de producción pisoteando su preciosa arena. Tomando un ligero impulso mandó de un barrigazo a la nave en dirección a la Luna.
El viaje duró varios días pero finalmente alunizaron en nuestro lácteo satélite. Sin previo aviso comenzó una pelea de proporciones astrofísicas entre los tres tripulantes para ver quien era el primero en bajar y llevarse la gloria. Tras doce horas de una batalla épica sólo consiguió bajar de la nave Neil Armstrong. Nada más poner un pie en el suelo lunar dijo su famosa frase: «'Mírame mamá, estoy en la Luna». Se quitó el traje para poder celebrarlo en condiciones y dedicárle la victoria a su mujer. Desgraciadamente sufrió una descompresión masiva y falleció al explotar su cuerpo.
Hoy en día un alemán un poco oligofrénico se hace pasar por Neil Armstrong y se dedica a impartir conferencias por las universidades.