Si tenéis perro y queréis perder peso, chicos, estáis de suerte. Hace unos meses, mi compañera Mosky os hablaba de uan fantástica idea: salir a correr con nuestro perro. Pues bien, según un estudio realizado por un grupo avanzado de investigadores de la Escuela de Medicina de Northwestern, en EE.UU, hacer el deporte con un cánido acompañándote al lado es de lo mejor que puede haber para potenciar el deporte y están empezando a implantarlo en las distintas rutinas cardiovasculares porque se ha demostrado cinetíficamente los beneficios que tiene el salir a correr acompañado de un perro, tanto para el cuerpo, como para la mente.
Al parecer hicieron un experimento en el que establecieron dos grupos parecidos en cuanto a físico, edades y hábitos pero que solo se diferenciaban en una cosa: unos tenían perro y otros no lo tenían.
Les sometieron a un programa para perder peso que constaba, como todo buen programa que se precie de una combinación entre una dieta estricta y un plan de entrenamiento en el que el cardio estaba presente a casi todas horas. Y los voluntarios que tenían mascotas obtuvieron mucho mejores resultados que los que no tenían: en 4 meses consiguieron perder 4.9 kilos de promedio y además no sufrieron el famoso efecto yo-yo; es decir, que a las 8 semanas, no lo habían recuperado. Esto quiere decir que la pérdida de peso se debió a pérdida de grasa y no de líquidos como suele ocurrir en estos casos.
¿Y a que se debe todo esto? Pues porque pese a que a muchas personas les incomode correr con una persona al lado (yo me incluyo), parece se que hacerlo con un animal no es igual. Al correr con alguien al lado, las personas que bajamos el rendimiento lo hacemos porque vemos en el un contrincante y no un compañero de ejercicio. Por ello, aumentamos nuestro ritmo, las pulsaciones cardíacas y lo que había empezado como un ejercicio, puede tornarse, involuntariamente, en una competición. Obviamente al abandonar nuestro ritmo, nos cansamos, perdemos fuerzas y lo único que lograremos es, después de haber empezado nosotros mismos la carrera, seguramente perderla sin que nuestro compañero se percate de la movida mental que hemos sufrido.
Pero según parece, al correr con un perro, nuestra mente no solo no le ve como un contrincante, sino que asume indirectamente que él puede ir más rápido y aguantar más que nosotros por lo que ni nos sentimos presionados ni empujados a llevar su ritmo. Es más, según parece, intentamos imitarle en la medida de lo posible y por ello adquirimos un mejor rendimiento y el perro, sin saberlo, nos marca unas pautas de entrenamiento; es decir, que se convierte en nuestro personal coacher.
Si el salta un charco, nosotros le imitamos, si aumenta la velocidad en una bajada, nuestro cuerpo involuntariamente aumenta sus pulsaciones y adquirimos mayor velocidad… y desde luego, no es lo mismo salir a correr solo que salir a correr con un perro. Aunque solo sea por la sensación de no correr solo y, a la vuelta, mientras descansamos que es cuando más bajos de fuerzas andamos, se agradece que alguien te acompañe a casa.
Y el gran problema en estos casos, que es la constancia, ya lo tenemos resuelto: al perro hay que sacarlo a pasear todos los días pues, ya que estamos, ¿por qué no hacerlo corriendo?