El Otro
Nunca estamos solos. Ese otro que camina contigo es Dios.
Ese que te molesta, te impacienta, te cambia los planes y te altera la
vida, es Dios.
Ese otro te sirve para medirte, para tratar de alcanzar al que va
delante, ayudar al que va a tu lado y esperar al que va detrás.
El otro es una "piedra dura", de contacto con Dios. Un puente
donde pasas entregando, no recibiendo; donde vas abriendo el paso, no cerrando
camino.
Con ese otro te estás jugando la salvación todos los días. No te
salvan el conocimiento, los rosarios, las novenas, los círculos de
estudio. Te salva el otro cuando sufre, cuando se le desangra el alma,
cuando no puede levantarse, cuando está a punto de que se le caiga la cruz,
cuando necesita pan, amor, compañía y una palabrita de calor humano. Por
ese otro, entras tú al intrincado mundo de las almas.
Él te abre la puerta para la virtud, te da el chance para la
generosidad, la compresión y la acción redentora. Parece enviado para
ponerte a mano el gran cometido de la salvación.
Ese que va incrustado a tu vida como una quilla espinosa, es Dios.
Ese te está llenando de méritos y riqueza, te está llenando la maleta
con la que vas a hacer el viaje y te está poniendo la escalera para que puedas
subir.
Ese "Dios-hombre" es la agujita que con sus pinchacitos dolorosos está
bordando la tela de tu vida para que ganes el reino.
Ese Dios que tú quisieras sacudirte es el broche precioso de tu
eternidad.
Ese hombre con el que te enfrentas todos los días es el Dios invisible
que viene a visitarte. Es la llave que te va a abrir las puertas del cielo
cuando llegues a tocar, desesperado por entrar en él.
Ese hombre visible es un dios invisible, que te puede servir mucho.
Ese que te amarga la vida es tu pulimento, tu sentido cristiano de la
vida.
Ese que te desespera es tu chance de paciencia.
Ese que te duele es tu instrumento de perdón.
Ese que quisieras ver lejos, es el tornillo, la tuerca, el relleno con
el que tú vas hilvanando las cosas de cada día. Son ensartes pequeñitos
que van llenando tu pared y tus muros de enredaderas florecidas.
Con ese "Dios-hombre" que llevas al lado, lloras, sufres, ríes y
palpitas con la vida.
No excluyas a nadie: todos, en el fondo, nos parecemos.
Trata como quisieras ser tratado. Abre tu corazón a todo el mundo, porque
en el fondo, lo importante es que Dios te está dando oportunidades y te está
abriendo el suyo.
A veces, el que menos piensas te da una lección, un ejemplo, un
testimonio. A veces, el que menos piensas, el que quisieras fulminar, te
está fermentando la masa que va a ser pan de tu eucaristía.
Esos que tú desaparecerías son tus herramientas, tus utensilios de
trabajo, tu medio de llegar a ser lo que Dios quiere que seas.
Esos que tanto te alteran no son basura: entran para estructurar
tu vida y hacer el edificio.
Ese que se te hace irresistible, es quizás un indispensable para ti.
No lleves la vida como esa locura que apenas te deja percibir a los
demás. No des pizquitas, sobrantes, migajas.
Mide cuánto está ausente Cristo de tu vida diaria… y sabrás la
distancia que te falta para sentirte realmente feliz.
Mira bien y verás que lo que tú derrochas, otros no encuentra dónde
ganarlo; lo que tú desprecias es la ambición de muchos; lo que tú desperdicias
es lo que otro está anhelando tener; lo que tú empleas en vanidades y gustos es
lo que otro está esperando como necesidad urgente de vida.
Ese vivir a la ligera, provoca muchas veces los vacíos, las
inutilidades, los hastíos y los desasosiegos que a cada rato nos asaltan.
Esa amiga que se te prende una hora en el teléfono contándote
calamidades, es Dios. Esa que vive en crítica constante, es Dios.
Esa, que el llanto casi no la deja hablar contigo, es Dios. Esa que te
pido favores a cada rato, es Dios.
Es Dios que te pasa por delante y no lo ves, que te da un toque y tú
te lo sacudes, que te tenía preparado un premio y tú lo desairas, y lo dejas
con las manos extendidas hacia ti, siempre esperando.
La tarea con los semejantes es muchas veces la más dura, la más
desesperante y la más ingrata. Pero nadie está exento de ella.
Sería como dejar tu vida con el vacío de Dios, ¡como si sacaras a Cristo de tu
corazón!
Tu escala de perfección está en el otro. La computadora de tu
rendimiento está en el otro. El secreto de tu virtud está en el
otro. El lugar donde Dios se te presenta es en el otro.
Llena el tren donde te toque partir, y cuando llegues al Señor puedas
decirle: "No traigo nada sorprendente, lo que me embargó la vida fue
prender en el corazón de todos ellos la rosas que me diste. Lo que me
embargó la vida fue tirar las semillas que me regalaste, y como nunca salieron
de tu tronco, todas florecieron. Lo que me embargó la vida no fue lo duro
de vivirla, ¡sino ponerme a desandar dentro de Ti!"
Ese otro no es el problema, la prueba, el infierno. Es mas bien
el equipaje, el puente y el cielo.
Porque el amor es andar con otro… ¡Y el otro, siempre es Dios!