Diréis que no dejo de meterme con Papaoso, pero es que trato de educarle con todo el cariño que me merece, y lo hago, bien sabe Dios, con la mejor intención y sin ningún ánimo de ofensa.
A papaoso no le sirven la comida, "le echan de comer".
Ir a comer con Papaoso es la antítesis del disfrute. Es cierto que en la cocina se defiende bien, principalmente en la paella (muy sabrosa y acertada), y en los asados de ternasco al horno. De esto, doy fe, es único. Pero ignora todos los demás detalles que ruego tenga en cuenta para la próxima vez que me invite a comer. Una buena comida es la conversión en arte de los placeres de la mesa y alcanza los últimos detalles, no sólo los consumibles, si no, la delicadeza de los manteles, la vajilla, la transparencia de la cristalería, la belleza funcional de los cubiertos, los adornos e incluso la sabia elección de los temas de conversación, que no son asunto menos en un ejercicio de convivencia y civilización.
De manera, Papaoso, que la próxima vez, espero no me sirvas un Rioja Reserva, en un vaso común. Así pierde el encanto, el aroma, el sabor e incluso el color.