Cuando Papaoso fumaba empedernidamente sucedían anécdotas que alcanzaban las más altas cimas del humor.
En cierta ocasión nos enviaron a Madrid a un curso. En Madrid se aprende mucho y a los de Aragón siempre nos envían allí.
Nada más entrar en la sala papaoso se sentó y se dispuso a escuchar con atención y sin desdén las recomendaciones técnicas del profesor de turno. Escuchaba como un tucán cuando oye el zumbido de una mosca y todavía no ha visto a la mosca. Se yergue, alza el pico, se concentra y se queda paralizado hasta que aparece el díptero.
Yo estaba a su lado pero escuchaba más como un somormujo, ave acuática que estira mucho el cuello cuando adivina la presencia de un pez en su entorno.
De repente Papaoso levantó la mano ante el asombro de los allí presentes y dijo:
-Se puede fumar?
-No-respondió el formador.
Para que determinados episodios tengan credebilidad es necesario narrar los momentos malos. Aquello se convirtió en un calvario a partir de la negativa a fumar tan seca y cortante que recibió Papaoso. No tengo más remedio que ser fiel notario de los acontecimientos, papaoso, lo siento.
Sucede que Papaoso sabía iinfinitamente más de la materia que tratábamos que el propio formador, y a partir de este momento su postura fué de putear constantemente al profesor hasta que fuimos expulsados los dos. El por pasarse de listo y poner en apreturas que no sabía resolver el mencionado profesor y yo por cuchichear y reírme con Papaoso.
Esta situación nos produjo un fuerte impacto emocional, más que nada porque a continuación iban a dar parte a nuestra empresa del fatal comportamiento, pero como quiera que los atardeceres otoñales en Madrid se hacen acompañar del fresquillo de las primeras brisas, decidimos ir a dar un paseo por el parque, y a tomar unas cervezas a la plaza Cuzco.
De regreso a Zaragoza, se fumó una cajetilla entera de Camel y entre calada y calada se le oía mascullar:
-¡Que le den por culo al gilipollas este!
Aquél año, por cierto, apesar de todo ganamos el primer premio en ventas de aquél productoante el asombro de los demás representantes de diversas zonas, incluida la de Madrid.
Todo un figura el Papaoso.
No obstante estoy preparando una poesía del calvario que sufrió nuestro protagonista meses antes de dejar de fumar. A ver si mañana la tengo ya lista y la pongo.