Dejame tragar a solas mis rabietas y acostumbrarme a la soledad la soledad de mil violines que a menudo suenan mal no me acostumbro pero es la verdad la verdad duele por que peca e incomoda a veces ofusca es un trago amargo que no pasa rancio como un purgante por la garganta desacostumbrada.
Los solitarios a menudo escogen el exilio entre los sueños en estereo que rara vez nos dejan conciliar el mismo sueño que sigue siendo un suplicio al cerrar los ojos hay combustión un inexplicable vaivén de auto sensaciones.
Pues bien, dejame seguir aquí como un perro lamiendo horizontes como la saliva que mece tu lengua dejame languidecer placidamente en este capullo acuoso de la luminiscente matriz donde una vez estuve.
No se necesita una identidad para protegerse de la lluvia de la tarde solo basta con creer que se es algo cuando solo sea un elefante rosado pero intentando detener los siglos en el semáforo que maquinalmente te ciega con su luz chillona.
Los solitarios a menudo aman a solas como si amar fuera pecado mortal se aman a sí mismos cincuenta veces más por que sentir es un don que se posee como el postre elocuente anticipa la lluvia.
No me preguntes por qué el mundo es mundo desde que es absurdo no hay respuestas, solo silencios pausados interrupciones metafóricas mentiras que se creen tontos autoengañados. Sigue siendo un morbido placer encontrarle los cinco pies al gato esconderse tras el armario luego de degustar el café rancio del día anterior el leit motiv de la mañana el silencio morboso de la tarde la tarde presa de los efluvios en un cuarto vacío con una cama de puas que tiene almoadones en forma de corazón.