Era noche cerrada. Los grillos amenizaban el trayecto y la agradable brisa de la noche penetraba como inyectada a través de las ventanillas que todos llevábamos bajadas para compensar los efluvios de los excesos de alcohol que habíamos ingerido en las fiestas del pueblo vecino.
Hay que ser honesto y reconocer los hechos tal como se desarrollaron; por eso, mentiría si no advirtiese a los lectores que el que conducía, Eduardo, haciendo gala de su alto grado de la responsabilidad, no tomó la última ronda. Ignoro si fue por esto, o porque se entretuvo vomitando en el baño mientras nos servían a los demás.
En aquellos años aún no había normativa severa con el alcohol y los cochehabientes que rondábamos las fiestas del período estival en los pueblos de alrededor. Afortunadamente en esto hemos avanzado.
También debo señalar que nuestra edad, nuestra madurez y nuestro sentido común eran directamente proporcionales a cero. Ya se que esto no me exime de culpa alguna, pero son cosas que hacíamos en nuestra inconsciencia. Después de todo, también Sabino Arana fundó el PNV y años más tarde, desde el lecho de la muerte reconoció que fue debido a sus locuras de fiebres de juventud.
Hay errores que una vez cometidos no se pueden borrar por mucho que le avergüencen a uno.
La echada de los chirridos de un grillo es levemente más alta que la octava de un piano. Con todo y con ello, n un momento dado, dejó de oírse el “cri, cri “ de los insectos y una cinta de los Chichos con los decibelios a tope se adueñó del habitáculo.
Haciendo caso omiso a las indicaciones del conductor, que aseguraba haber visto a “la chica de la curva” unos metros más atrás, nosotros seguíamos cada vez más enfervorizados con el ritmo pachanguero.
De pronto un Stop. Yo aprovecho el instante para bajarme del coche y bailar al ritmo de “amor pecador”, “esto si que tiene guasa, lolailo..la” “dime carmen…la,la,la” y así me quedé en la carretera, con el resto de los viajantes apeados también y haciendo de coro, excepto el conductor que se quedó dormido apoyado en el volante.
En ocasiones los errores o atrocidades cometidas por uno las paga injustamente otro. Y si no que se lo pregunten a Blondi (el pastor alemán de Hitler), que fue envenenado con tan sólo tres o cuatro años, dejando cinco cachorros huérfanos. El pobre animal ninguna culpa tenía de que su dueño fuera el demonio en persona.
Digo esto porque apalearon a unos paisanos en el pueblo del que veníamos confundiéndolos con nosotros.
Yo personalmente hubiera preferido la paliza de los mozos del pueblo si a cambio me hubiera librado de ver caer el coche al río, aunque, afortunadmente sin el conductor en su interior. El Stop estaba en una pendiente, justo unos metros antes del puente que cruzaba el río Cinca. Lo que más me molestaba no era la ubicación de la señal, si no que el coche que ya flotaba en las rebeldes aguas era el mío que cediendo a las peticiones de Eduardo y con la generosidad que me caracteriza le había dejado pilotar.
Me resultó muy complicado encontrar argumentos para justificar el amerizaje en las indómitas aguas cinqueñas de mi recién estrenado (aunque de segunda mano), R-12.
Podría haber sido mucho peor la tragedia. Me sirvió de lección. Jamás he vuelto a beber en determinadas ocasiones en las que uno se juega la vida o la de otros. Yo desde el año 77 que tengo el carnet de conducir y hago unos 50000kms al año, tengo la hoja limpia y nunca me he visto obligado a dar parte a compañía de seguros alguna y confío en poder seguir igual.