Los pájaros son madrugadores. Cualquiera que sea observador lo podrá deducir sin ninguna dificultad. Cuando uno está enamorado los cánticos matutinos de éstos le despiertan sus ansias amatorias en el mejor sentido de la palabra. No como en el sentido que lo entiende Papaoso que siempre se iba a la última fila del cine con su novia para pecar y caer en los placeres del fornicio desenfrenado.
Pero aunque la vida es bella como una rosa, al igual que ésta, tiene espinas. Yo tuve un susto con los pájaros cuando era adolescente. Fue en el colegio de los Hermanos Maristas de Zaragoza.
El hermano Amaro dio la orden tajante de que abriéramos las ventanas. Primeras brisas mañaneras que limpiaban el ya cargado ambiente del aula. Nos encontrábamos traduciendo a Homero cuando un cuervo entró por la ventana. Alas y cola negras lisadas con un espeso plumaje. Vive en terrenos de arbolado y campos abiertos y se alimenta, a falta de caviar, de gusanos cómodamente instalados en las soterras, y también restos de frutas y cereales, que para eso es omnívoro. La familia de los córvidos contaba con mis iniciales simpatías, al igual que casi todos los animales. (Como sabéis soy amigo de Papaoso, sin ir más lejos).
El profesor, poco amante de la ornitología y la naturaleza, le lanzó a la cabeza el borrador.
-¡¡Largo de aquí pajarraco!!.
El borrador chocó con la pared y el cuervo se limitó a observar fijamente al maestro de Humanidades.
-Al que saque el pájaro de aquí le doy un sobresaliente
El cuervo nos miraba como si fuéramos gusanos o lombrices. Abrió las alas, pero para entonces yo ya me había parapetado tras un pupitre en compañía de Javier García, Juan Ibáñez y Antonio Palacín.
El siguiente paso del cuervo fue lanzarse al ataque. Eligió como objetivo al profesor de Griego, que dando muestras de una agilidad envidiable se encerró en el armario de los abrigos. El cuervo se había vuelto loco.
Todos los alumnos en el suelo, el profesor en el armario. Cada vez que se entreabría la portezuela para asegurarse de que el enemigo alado había desaparecido, el pájaro se dirigía hacia él en vuelo rasante. Tal es así que llegó el momento de abandonar la clase y todos seguíamos a merced del cuervo. Javier García intentó alcanzarlo con un diccionario de Griego/Español-Español/Griego, pero falló estrepitosamente.
El profesor aprovechando un momento de distracción del ave, abandonó el aula a gatas al grito de….”¡ socorro!”
El sábado anterior había ido en compañía de su mujer al ya desaparecido cine” Dux” (en la Avenida de San José) de Zaragoza a ver la proyección de Alfred Hitchock “los pájaros” y su crítica había sido rotunda. “Divertida pero irreal. No hay quien se crea que una bandada de pájaros pueda atemorizar a una ciudad. Una memez por muy de Hitchok que sea.”-Nos dijo.
Asomó la cabeza por su pupitre Pedro López , actualmente consejero delegado de una firma multinacional de contenedores. Aquello sulfuró al cuervo. No calculó bien el pájaro su ataque y se estampó contra la mesa de José Manuel Hoyos quien ni corto ni perezoso le estampó un soplamocos y falleció en el acto. No José Manuel, si no el cuervo.
Siempre recordaré las palabras del profesor : "No hay quien se crea que una bandada de pájaros......"