Zaragoza es una ciudad encantadora pese a su alcalde. En general sus habitantes, entre los que me incluyo, son gente sencilla y acogedora a la vez que deseosa de agradar a sus visitantes, y ni que decir tiene si además de visitantes son amigos. Hace unos meses, un amigo francés, atravesó una crisis de identidad cuando descubrió Zaragoza en primavera. De tomar un cafelito veníamos paseando por la avenida de Ranillas cuando me confesó su tragedia: “¿ Y después de esto qué hago yo siendo francés?”-me dijo.
Zaragoza emociona y aturde porque no hay medida y estética comparables a las suyas. Para mí que es la ciudad más bonita del mundo. Yo vine hace unos 40 años y enseguida percibí el calor humano, generoso y llano de los zaragozanos.
No hay nada más sencillo que ser de Zaragoza. Cuando un forastero es de Huesca, como era mi caso, se le adopta y ya está. Así de cierto y sencillo. Zaragozanos son todos que se emocionan cuando viven las horas de esta ciudad prodigiosa.
Mi amigo el francés, seguramente volverá la primavera que viene. Por el paseo de la rivera del Ebro, a un paso estuvo de renunciar a sus raíces y nacionalizarse español, pero tuvo que regresar a atender sus negocios. “¿Para qué me sirve el dinero si tengo que pasar mi vida en Francia?”. Tras varios meses desde que me formuló la pregunta no he sido capaz de responderle.
Pues eso..........os espero. Además podréis conocer a Papaoso en persona sin tener que pagar entrada a ningún circo.