Y otra más:
Es verdad que tu hermosura
no dejaba a nadie ausente,
es verdad que tu alegría
calmaba todo el ambiente
y las líneas de tu figura
sólo en Venus estaban presentes,
es verdad, ilusión mía,
que te amo cual penitente,
y que sólo al oir tu nombre
se alborotaba mi mente:
por besar tus rojos labios,
por quitarte la ropa a dientes,
por admirarte desnuda
y amarte hasta encontrar la muerte,
como ningún otro hombre
lo haría, con goce tan paciente.
No creas vanidosa hechicera
que en mi pisaste fuerte,
ni que me quitas el sueño,
ni que en utopías vanas
mi cerebro por ti hierve;
¡sólo estaba pensando
que aún en mi pecho se siente
la huella de un cupido loco
que anduvo probando suerte!