Los caprichos de los multimillonarios

Ana Calvo

Son ricos, muy ricos; famosos unos y otros anónimos; pero si algo une a los archimillonarios no es sólo sus inmensas fortunas, sino la forma que tienen de gastársela… Caprichos de lo más extravagante les hacen dejarse miles de euros (y más dólares, según está el cambio de divisa) en satisfacer deseos que al resto de los mortales ni siquiera se nos ocurre que puedan existir. Tanto es así, que tienen hasta su propia feria, Millonaire Fair, que se celebra estos días en Moscú.

Y, precisamente, desde Rusia y con mucho amor llega uno de los hombres más dados a sucumbir en carísimas tentaciones. Si los aficionados al fútbol sacan una entrada para ir a defender en las gradas los colores de su equipo, Roman Abramovich se compró un club entero (el Chelsea inglés) y encima lo adornó con alguno de los mejores jugadores del mundo. Sin embargo, el último capricho lo ha tenido para con su novia, la ex modelo Dasha Zhúkova. ¿Creían que no era posible regalar la luna por amor? Pues se equivocaban. Con el dinero suficiente, se puede. Y si no que se lo digan al magnate ruso, que le acaba de comprar a su pareja un “terrenito” de cuarenta hectáreas en el hemisferio sur de nuestro satélite. Además de poderlo ver con un telescopio desde la Tierra, podrán venderlo, alquilarlo, dejarlo en herencia… ¡Qué más se puede pedir!

Otra famosa que no se priva de ningún lujo que se le pase por la cabeza es la sensual Jennifer López. Para cuidar sus esculturales curvas, no hay nada mejor que bañar su cuerpo diariamente con crema "La Mer", un producto de alta cosmética cuyo tarrito de 16 onzas cuesta 1.200 dólares; y si lo que hace es alojarse en la suite de alguno de los mejores hoteles del mundo, hay una condición: que todo el mobiliario y el menaje sea blanco y que le pongan sus propias sábanas, pues no puede dormir en telas que no estén hechas con menos de 250 hilos…

Sin embargo, si la actriz y cantante ha visto satisfechos muchos de sus caprichos más caros, ha sido gracias a la generosidad de sus parejas. Joyas, automóviles y vestidos de alta costura son su debilidad, aunque en pocas ocasiones las compra ella. Ben Affleck, le agasajó con un magnifico Rolls Royce y dignificó una de las partes más personales de su hogar al regalarle un inodoro con incrustaciones de rubíes, zafiros, perlas y diamantes. Marc Anthony, su actual marido, le hizo sentirse como una auténtica Cenicienta moderna, pues en vez de un zapatito de cristal, le regaló unas sandalias cuyo precio superó los 25.000 dólares. Además, el anillo con el que pidió matrimonio a la artista le costó más de medio millón de dólares.

Pero si Ben Affleck es generoso con su pareja, no lo es menos consigo mismo. Entre las aficiones más populares del actor se encuentra el Black Jack y, a juzgar por unas declaraciones del actor en Vanity Fair, no se le debe dar muy mal cuando, con lo ganado en una de las manos del juego (más de 18.000 dólares, por lo que dice), se compró seis trajes de Gucci y Dolce & Gabbana.

Otro que no reparaba en caprichos cuando podía permitírselo era el “Rey del Pop”, Michael Jackson. Además de invertir millones de dólares en borrar de su rostro todo aquello que recordara a sus raíces afroamericanas, el autor de “Thriller” disponía las 24 horas del día de un autobús, un jet y un helicóptero para poder elegir cuál quería usar cuando saliera de casa. Además de su mansión Neverland, con parque de atracciones y teatro privados propios.

Sin necesidad de recordar los Miró auténticos que Juan Antonio Roca tenía colgados en el cuarto de baño, no hace falta decir que el matrimonio formado por la Spice pija y el futbolista de oro, los Beckham, nadan en la abundancia. Tanto es así, que después de recorrerse mil y una vez las boutiques más selectas de las millas de oro de medio mundo, contrataron a un empleado que les abriera los regalos de Navidad, por el módico sueldo de 1.800 euros. Además del vibrador con incrustaciones de diamantes con el que “pasa el rato” Victoria…

Adrien Brody le acaba de demostrar su amor a nuestra Elsa Pataky regalándole un fabuloso castillo a las afueras de Nueva York y Brad Pitt pagó 20.000 dólares por unas plantas exóticas que jamás fue a retirar del vivero.

Otro lujoréxico (como se llama a los adictos al lujo) que no tiene desperdicio es Karl Lagerfeld. Al diseñador no se le ocurrió otra cosa que llenar su mansión de iPods (70, concretamente) para cuando tenga deseos irrefrenables de escuchar música. Para mantener semejante hilo musical siempre a punto, cuenta con una persona de servicio que se dedica en exclusiva a cargar los aparatos con las últimas novedades del mercado.

Sin embargo, no todos los ricos y caprichosos son famosos. Se sabe de algún inversor que ha cubierto una pared entera con pantallas de plasma y sonido envolvente cuyo precio alcanzó los 40.000 dólares con el único objetivo de acondicionarla a su gusto para relajarse después de la jornada laboral y jugar con su Wii al Guitar Hero; así como un broker de Wall Street que se gastó cerca de 60.000 dólares para instalar un ‘ring’ de boxeo en su apartamento de Manhattan.