Ser un espiritualista no consiste en practicar actividades llamadas espirituales, como la meditación, la oración o el estudio. Lo que caracteriza al espiritualista es la finalidad que da a sus actividades, y esta finalidad debe ser la realización de una idea, de un ideal superior. En cambio, cuando precisamente vemos los motivos por los que cada vez más personas se dedican a la práctica espiritual (dominar a los demás, seducirlos, obtener éxito, dinero o gloria), tenemos motivos para entristecernos e indignarnos. Lo esencial es la finalidad. Así, cualquier actividad de la vida diaria puede ser espiritualizada si sabemos cómo introducir en ella un elemento divino mediante el pensamiento. Ser un espiritualista no significa despreciar la materia. Ser un espiritualista, es trabajar con la luz y para la luz, es aprender a utilizar cualquier trabajo para entrar en armonía con el mundo divino y unirse al Creador."
Omraam Mikhaël Aïvanho
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