
Mi soledad es una virgen desnuda. En la niña de sus ojos se refleja mi nudez de ermitaño.
Mi soledad me sirve café y tabaco de húmicas promesas. Me eleva en aromadas volutas y me acaricia con cualquier pretexto.
Oficia un santo silencio cuando empiezo a cantar y cuando callo Ella canta enamorada.
Mi soledad es una piel de oso en cualquier invierno.
Ricardo Castrorrivas
|