|
Qué memoria tan larga hay en mis manos… Conocen tu perfil, cada relieve, los ángulos más tuyos, más arcanos, a que cada una sin rubor se atreve;
los pliegues de tu blusa, que cedieron al estallar en desnudez radiante; y tus manos también, que respondieron, y cada ávido gesto del semblante.
Brevería Nº 1717
|
-
Antes y después
La desnudé olvidando la estrategia de lentitud impúdica, morbosa, prenda por prenda, suya y mía, en turnos. ¿Cómo frenar el brío que se agolpa, arrinconando el plan preconcebido, y apenas deja retirar la colcha? Quise hacerla esperar, acrecentando, como sobre la playa, ola tras ola, su marea de instintos, y los míos, como llama acercándose a la pólvora, o vapor dilatado en la caldera hasta ese punto en que al final explota. Esa es la teoría. Y hay momentos en que tal vez funciona porque el factor circunstancial decide, mas no era éste el lugar, ni ésta la hora.
Mi río que insistente y prolongado fluía su imparable trayectoria lento y seguro, aboca a turbulenta catarata inminente y espumosa.
Se produjo un revuelo, simultaneo, como si una bandada de palomas huyera en estampida, y el suelo fue babel, pero de ropa.
En desnudez los dos, frente al espejo, en desnudez, de pie, sobre la alfombra.
Luego, lo que sabemos, lo de siempre, con las variantes y las maniobras que hace nuevo lo viejo, como el agua saturando la esponja, desbordando hendiduras, intersticios, o absorbida en convulsa ceremonia.
Hicimos el amor, multiplicando desmesuras y formas, invalidando métodos pactados por caciques sin alma y sin hormonas.
Y al fin de la refriega en que ambos bandos, exhaustos, suelen proclamar victoria, no firmamos la paz, sólo una tregua, no de tinta y papel, de boca a boca.
Se aproximó la noche, agazapada, con sigiloso amago de raposa, y hubimos de partir, mas no sin antes mutuamente vestirnos en la alcoba. Ahora sí en lentitud, con la fineza que los arrullos del sosiego otorgan.
Fuimos perdiendo piel, pero ganando vigor en la mirada. Qué salmodias suelen dormir al fondo de los ojos, y sólo se despiertan y se asoman a tenues golpes de complicidades, que las más recias torres desmoronan. Ahhh, los acordes ininterrumpidos de la canción del alma silenciosa.
Al fin la calle, soledad y luna, me la llevó como se va el aroma, dejando algo invisible que nos sigue envolviendo, como sombra que pegada a los pies nos acompaña, como agua azul que nunca se evapora.
Los Angeles, 19 de junio de 2007
|
|
|
|
|
|
|
|