El Poder de la rutina
Si se coloca una rana en una olla de agua fría y se la calienta gradualmente hasta que el agua hierva, la rana inevitablemente morirá. En cambio, si se arroja una rana en una olla de agua hirviendo, el batracio saltará de inmediato y evitará morir.
¡Qué extraordinario poder de adaptación tenemos para acomodarnos funcionalmente a rutinas que nos quitan sensibilidad! Muchas veces la vida nos pone ante “agua hirviendo”, “shocks”, para que ejercitemos saltos salvadores. Cambios necesarios para ganar una mejor calidad de respuesta a los conflictos.
Conocía a un señor en Madrid que me confesó su situación de vida: “Mi empleo es malo, queda lejos de casa. Viajo mal, una hora en tren y metro. El jefe es insoportable; mis compañeros son intratables. Gano poco. El trabajo es excesivo. Dispongo solamente de veinte minutos para almorzar.
El ambiente de trabajo es cerrado, con poco aire, sin luz natural. Los clientes son maliciosos y los proveedores mezquinos. No tengo comunicación con nadie. Lo único bueno es mi antigüedad. Ya llevo 24 años de servicio en ese sector. ¡Vale, hombre; eso vale!”
El barco en el puerto está seguro, pero no navega, por eso en el fondeadero se lo llama muerto. Durar, no es vivir; como antigüedad no es experiencia.
Alguien clamaba dolorosamente por un vaso de agua: -“Qué sed que tengo, qué sed que tengo.” Un hombre generoso respondió a la súplica. El hombre bebió agradecido, y cambió de lamento: -“Qué sed que tenía. Qué sed que tenía.”
Lo menos tolerable de las personas ancianas son las interminables quejas por pequeñeces, muy importantes para la susceptibilidad de ellas. Tal vez convenga interpretar al poeta Tachervy:
“Siembra una idea, cosecharás una acción. Siembra una acción y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino”.
Uno puede tener equilibrio pero no armonía. Lo que importa en la vida es transitar por los puntos de armonía en el conflicto de opuestos.
La historia dice que la política es el orgasmo de los pueblos. Entre nosotros, el sufrimiento inútil, la política, el fútbol y la quiniela general es la historia de nunca acabar.
León Felipe agrega: “Para enterrar a un muerto sirve cualquiera menos un sepulturero”. Tan ganado está por la rutina que no percibe un afecto, sino un número y maderas.
La madre pregunta a su niño: - “Y tú rezas las oraciones cada noche?” - “¡Por supuesto!” - “¿Y por las mañanas?” - “No, durante el día no tengo miedo.”
¡Qué importante es averiguar en qué descansa el poder de nuestras rutinas! ¿Comodidad, mera tradición o miedo a lo nuevo? ¿O tal vez, está baja la temperatura del agua?
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