Me encantan los animales. Amo sin medida a los perros y me consta que a ellos les ocurre lo mismo conmigo. No pierdo ocasión de relacionarme con ellos.
No me sucede lo mismo con algunas personas. Cada día que pasa me asombro más de lo imbéciles que llegamos a ser la especie humana.
Tras leer la prensa de hoy y ver las noticias, todavía me siento más identificado con ellos. Los animales, digo.
Lo malo es que ahora están empezando a caerme bien hasta las cucarachas, que éstas, reconozco, que junto con las ratas y las arañas, nunca han sido santos de mi devoción.
Ahora, gobernados por una panda de inútiles analfabetos carentes en su mayoría de la más elemental formación académica, auténticos miopes intelectuales, han decidido que lo más adecuado para la armonía y buen funcionamiento de las distintas corrientes de pensamiento de las mil leches que habitamos este país, es, gastar 12.000 euros en cada sesión parlamentaria, en concepto de traductores. Esto es, para que los catalanes se entiendan con los valencianos, éstos con los vascos y con los gallegos y viceversa, etc… , aunque todos ellos, saben hablar (al menos para entenderse, ya no me atrevo a decir correctamente), el castellano. Mientras esto sucede, suben los impuestos desmesuradamente, la luz, el agua, la alimentación, hay casi cinco millones de parados que representa más de un 20% de la población activa, se congelan las pensiones, se bajan los sueldos a los funcionarios y a los no funcionarios, se prolonga la edad de jubilación hasta los 67 años, e incluso se cuestiona si corremos el riesgo de ser intervenidos, económicamente hablando, por la unión europea.
Me imagino al albañil que se sube al andamio a las siete de la mañana, aún casi de noche, o a cualquier otro trabajador de un gremio de los llamados “duros”, o, aunque no sea tan duro……. que cobre a fin de mes poco más allá de mil euros, o aunque sean dos mil, y que le digan que ha de trabajar hasta los 67, cuando a la misma vez se le está duplicando la carestía de la vida. Me lo imagino. La cara de satisfacción que se le pondrá al saber que parte de sus impuestos va destinado al pago del capricho de unos golfos analfabetos y gandules.
A la hora del bocata, irá al bar habitual y a la chica de la barra (probablemente ecuatoriana, o senegalesa explotada), le pida una tapa de tortilla con la esperanza de que la chica le responda: ……..¿ -Te la caliento?, y así él poder hacer un chiste pícaro y echar unas risas, mientras se fuma un pitillo con sus colegas de oficio. Eso sí, el pitillo en la puta calle.
Me voy a dar un paseo con mi perro que ya son casi las 20,00 y esta noche me voy al cine. Lástima que él no puede acompañarme. Le dejaré puesto en el televisor la de 101 dálmatas. Ya la ha visto, pero le gusta repetir.