Sucedió hace poco en mi pueblo. Los paseantes de la calle mayor se asustaron cuando vieron cruzar un jabalí de 120 kilos. Cuando en un pueblo de 1200 habitantes trabajan casi 200 a un ritmo tan ajetreado que a cualquier ejecutivo agresivo se le haría cuesta arriba, una anécdota como la del jabalí ayuda mucho a romper la monotonía, a liberarse del cotidiano estrés y a recuperar sus orígenes. Para mí que las irrupciones de los animales en los predios de los hombres son siempre beneficiosas. El domingo, me desplacé hasta allí para interesarme por lo acontecido y definitivamente averigüé la trama.
Resulta que el jabalí se veía hace dos años con una vaca lechera, pintada, muy coqueta por cierto, de las que pasta en un recinto vallado en el campo. Allí se citaban casi todas las noches y se profesaban un profundo amor. Se conocieron fruto de la casualidad pero entre ambos nació una corriente de simpatía hacía ya dos años, como digo. Harto del impedimento de la valla, una noche, el jabalí empujó la alambrada y fue en pos de su amada. Lo curioso es que el resto de las vacas aceptaron al jabalí sin recelo alguno. Como siempre sucede en las historias de amor, alguien estaba dispuesto a impedirla. El alguacil, dio aviso y enseguida repararon la alambrada pensando que habría sido alguna gamberrada de los quintos del año pasado.
…………….continuará……….