A mí ciudad natal La Línea de la Concepción
José Salguero Duarte Algeciras, 28 julio 2011
Un tres de agosto del año cincuenta uno. Cuando los calores aprietan y la brisa de la bahía refresca. En la calle Galileo de La Línea, vio por primera vez la luz un niño, hijo de Emilio y Josefa. Siendo cubierto su cuerpo, con los colores de la bandera, de la Real Balompédica.
Y a ti centenaria madre, reina de ciudades y pueblos, cuando acabas de cumplir, ciento cuarenta y un años. Conmemorándose tu aniversario, en un pleno extraordinario, el miércoles 20 de julio, en la Casa Consistorial del pueblo. Asistiendo las principales autoridades, políticas, civiles y militares.
Te dedico estas palabras, con sus azahares y albahacas. En el Diario Área, decano de los periódicos de la comarca. Porque estando en el edén, del universo de tu alma. Sabes a rocío y albas, deteniéndose el tiempo. Cuando de tus labios, emergen suspiros y besos, despertándose los almíbares.
Y al ser inocencia pura, ante los ogros que te acechan. Tú no sufras dueña mía, porque aquí estamos tus hijos; tanto anónimos, predilectos y adoptivos. Para protegerte de las malas hiervas. Porque de tus surcos y veredas, solamente brota y mana, serenidad y templanza.
Por ello, quiero decirte, querida mía, que no creas que sean mis deseos, un canto al viento. Sino unos versos que brotan, desde los sentimientos puros, de alguien especial tuyo, que por ti llora y pena.
Porque a la caída de la tarde, entre luces y sombras, procedente de los torrenciales vientos del Estrecho. Es posible que aparezca, una música envidiosa, a tiempo o a contratiempo. Para quitarle protagonismo, a las notas de nuestro himno.
Ya que esos que sólo desean, venderte al mejor postor, mercader o príncipe de las tinieblas; te acechan de norte a sur, y de este a oeste. Aunque, al ser sutil savia del futuro, que iluminas desde tus adentros, hacia el infinito del horizonte. Jamás lo conseguirán, porque eres brisa, con corazón de almíbar; y candil que con tu esencia, y aroma nos alumbras.
Por lo tanto, toma mi mano, y naveguemos juntos. Porque no sé querida madre, si podré continuar en solitario. Ya que me tiemblan los pilares, cayéndoseme lágrimas. Pero me alivia profundamente, que seas cordillera de luces, ramajes de cielos celestes, lámpara sin cantos en las hojas, y bálsamo de ríos y mares.
Y para proseguir por estos parajes, de mieles y panales. Me liaré en el celestial manto, de nuestra patrona; Virgen de todas las vírgenes, Inmaculada Concepción a los altares.
Así que, ten cuidado mi niña; al bañarte sin ropa, que los peces tienen sed, y se beberán tus enaguas. Siéntate en la arena fina, encima de mi almohada, que el sol te protegerá; con su sal y sus olas.
Y al ser tú crisol cosmopolita, de las culturas y las artes; ciudad acogedora, segura y limpia. Respirándose por tus calles y plazas; paz, armonía y civismo. Es por lo que por ti, bailan y danzan, hasta los jardines floridos, de lirios, rosas y nardos.
Por lo cual, beber en el hueco de tus manos, o beber en la fuente de tu boca, quisiera yo ahora, ya que anoche en lo oscuro, amándome me embriagaste. No sé ni lo que siento, porque me inundan tus alas, y tu sincero cruzar, por mis calles abiertas. Es tan bello el amor, tu cercana presencia, que esta mañana, desperté con resaca, tan borracho de beberte.
Pero por qué, amada mía, por qué se hace de noche, soñando sin sueño alguno. Por qué este quererte entre mis brazos, abrigarte con mi cuerpo, escuchar los latidos de tus ojos, el volar de tus manos, el olor de tu infancia, el sentir de tu piel, y el gemido de las teclas de tus genes.
Por qué se van tus auroras, sin despedirse de mí. Al ser gloria de mis sueños, dejándome en las tinieblas, entre socavones y tristezas. Teniendo que hacer frente, a oscuridades áridas, que inauguran grietas en mis párpados, y agujetas en el cielo de mí techo.
Por qué sigo soñando, despierto con tu sombra, desde la otra orilla de la bahía, sin poder acariciar con arrumacos, a la flor que me alimenta.
Y por qué te ofreces, con campanas sonoras, hasta con los que te maltratan. Ya que, el mulo terco del pensar, que llevan incrustado en sus ocasos, no los dejan ver tu claridad, de tanta paja y alfalfa.
Sin embargo, al ser bálsamo de mis dolores. Escribiré en la tierra de tu gloria, con el tallo de una rosa, tu nombre con mi sangre, y mis lágrimas derrumbándose. ¡Cuántos latidos noto! ¡Cuántas esperanzas truncadas! ¡Cuántos recuerdos abiertos! ¡Bendita madrugada de aquel día de verano!, cuando te crearon.
Porque lo hicieron por el bien de la comarca, y de la humanidad. Siendo tú, dama de noche y señora de día.
Y por ti, lucho y muero.
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