Cierta vez existió debajo de la tierra una caverna. Durante toda su existencia había permanecido en la oscuridad.
Un día una voz llamó: “Sube y ven hacia la luz, ven a ver la luz del Sol”.
La caverna respondió: “No entiendo que quieres decirme; nada existe fuera de la oscuridad”. Pero finalmente la caverna tuvo valor para subir y quedó sorprendida al ver la luz por todas partes. Entonces la caverna se dirigió al Sol y le dijo: “Ven ahora tú conmigo y conocerás la oscuridad.” “¿Qué es oscuridad?” preguntó curioso el Sol. La caverna insistió: “Ven conmigo y verás”.
Un día el Sol aceptó la invitación. Al entrar, la caverna dijo: “Ahora verás mi oscuridad” “¿Qué oscuridad?” seguía preguntando el Sol. La caverna insistió: “sígueme y te la mostraré “. Pero no había ninguna oscuridad.
El mensaje es sencillo:
La oscuridad no es nada más que la ausencia de luz y esto es fácilmente remediable. Depende de nosotros, de abrir los ojos para la luz y para la vida.
No importa la edad (recuerda que una vela siempre arde con la misma intensidad, independientemente de cuanto resta de cera).
Vivir nuestra luz mientras brilla, ilumina nuestra fe. Que podamos abrir los ojos, ver las cosas como son, y no apenas como las imaginamos.
¡Vivir! y al hacerlo, iluminar la oscuridad de la vida de aquellos que amamos.
A/D