Es preciso tener aguante ante las adversidades y sinsabores que nos procura la vida diaria en todos los aspectos, social, laboral, etc.., pero hay una que es especialmente dolorosa y debemos ser un poco "toreros" para tener la habilidad de sortearla. Por eso me permito advertirlo para que si  alguien en algún momento es víctima de dicha adversidad sea capaz de esquivarla sin mayor inconveniente.

Se trata del DESPRECIO.

 Existen personas que por su posición social, cargo en una empresa o circunstancias varias, están legitimadas para establecer directivas, dar órdenes o decidir sobre aspectos de los que tienen responsabilidad. Tienen poder. Este poder les hace pensar que son mejores, que son superiores y se creen invulnerables y poseedores de la razón.  A menudo esto les lleva a despreciar a sus colegas o subordinados. El desprecio.

Cuando esto sucede, el desprecio nos desvincula, desmotiva y apaga. Nos quita las ganas y el entusiasmo, por ejemplo, por el trabajo, si a aspectos laborales nos referimos. Se establece un divorcio emocional con dicha persona que es difícil de cambiar. Dejamos de ser eficaces en nuestra labor. El desprecio es una moneda de retorno inmediato. Se establece una corriente de mutuo rechazo que es difícil de superar.

Hay que ser cercano, humilde y escuchar a los colegas o subordinados de nuestro equipo para que todo funcione.

No hay que olvidar lo susceptibles que somos las personas al desprecio.

 En cualquier momento podemos identificar, aunque sea muy sutil cualquier acción o no acción que no nos valore.

Es frecuente que quien desprecia, tenga complejos, inmadurez, etc., y lo haga en su propia defensa para tratar de enmascarar sus  lagunas. En ocasiones, incluso teniendo una amplia formación académica pueden padecer este tipo de trastornos. Suelen incluso ser personas que necesitan ayuda o cariño emocional, a pesar de que estén tan distantes de reconocerlo o sea tan complicado ofrecérselo.

Pues bien, debemos tener en cuenta todo esto, para que si en alguna ocasión nos topamos con algún personaje así, sepamos valorarnos, y que este tipo de comportamiento de estos individuos no opaque nuestro saber hacer, nuestra felicidad, ni nuestro funcionamiento diario. Evitemos que nos hunda o que nos meta en un agujero negro un inconsciente o un insolente del tres al cuarto.

Bueno, hoy me ha dado por contar esto debido a que he estado con un amigo que tiene algún problema en su trabajo derivado de este tema. Es una persona muy cualificada, muy válida y de veras excepcional, y sin embargo está sufriendo los sinsabores de un superior infinitamente más pequeño como persona. Me viene a la mente el panel del otro día que expuso Grulla sobre el tamaño de las personas.

Pues eso. A esta gente tan pequeñita……ni caso. O en todo caso, si se puede se les ayuda para que se curen de su codicia y su soberbia.

¡He dicho!