Los mediocres no me perdonan que sea el número uno en ventas un año más. Está feo que yo lo diga, pero así es. Los resultados no engañan aunque duelan a algunos. El cutre regocijo montado en torno a la crisis no enmascara la evidencia de un trabajo bien hecho; y en las empresas, por suerte o desgracia todos somos números y de ellos dependemos. Tuve un maestro admirable, que ya se jubiló. Un triunfador al que las envidias quisieron convertirlo en un cadáver comercial, pero, como decía una antigua amiga mía “ni modo”.
Se jubiló. La última vez que lo vi en activo fue en una cena de empresa a la que ambos fuimos por pura cortesía. Todo el mundo le preguntaba por unas operaciones concretas en las que tuvo serios problemas y no terminaron del todo bien, y, sin perder la sonrisa, medía las palabras, ponía las cosas en su sitio y no perdía la paciencia. Como buen señor, jamás aparentaba ser más de lo que era, siendo muchísimo, y para colmo del buen gusto, se casó y tuvo dos hijas con la más guapa de mis primas, que es un dato que a pocos interesa, pero a mí me ahonda aún más.
Estamos a punto de cerrar el año. Este diciembre la reunión toca en Bilbao. No excesivamente lejos de Zaragoza, pero una ciudad poco atractiva para mi gusto. Allí estaremos tres o cuatro días Papaoso y yo aguantando las reuniones, los discursos y los tostones anuales a los que nos someten, que para eso nos pagan. Papaoso, además de amigo, es el mejor técnico que he conocido con diferencia, dicho sea de paso. Y he conocido a muchos.
Por fortuna no todo será tedioso. Las noches serán nuestras, y seguro que algo se nos ocurrirá. Eso sí, ya le tengo dicho a Papaoso que a la hora de dormir cada cual a su habitación. El ronca mucho, y se acostará cansado porque tiene que exponer casi todos los días ante un público poco recomendable para amistades y compañías.
Aún recuerdo una de sus intervenciones en una sala del hotel Cleopatra de Tenerife, hace unos años. Calor desmedido, recién comidos, y somnolientos. “Por favor, quítense las chaquetas………cada uno la suya”, añadió. No le faltaba razón. Eran todos unos piratas.
Había perdido la noche anterior el “usb”, donde llevaba preparado el 80% de su intervención, pero no le hizo falta. Nadie imaginó que estaba memorizando o improvisando, y además se supo ganar a la audiencia con sus toques punzantes pero nunca fuera de lugar. Un figura el Papaoso, si encima fuera guapo, creo que hasta me acostaría con él, y eso que yo soy de los que, cada día menos, en el armario sólo guardamos la ropa.