A menudo nos sucede que sospechamos que no nos gusta algún alimento de los que antaño su sabor llegaba a perturbar nuestras papilas gustativas y nos adentraba en un mundo del que nos sentíamos apresados los que tenemos esa virtud de disfrutar de los pequeños-grandes placeres terrenales que están a nuestro fácil alcance.
El tomate es uno de esos productos que sin ser uno de mis favoritos, sí que tenía en la mente un lejano recuerdo de aquel sabor, incluso del olor cuando lo recogía metido entre las enramadas tomateras del huerto, que yo creía finiquitado definitvamente.
Sin embargo hoy he descubierto un pequeño truco que es posible ya conozcáis pero confieso que yo lo he descubierto hoy cuando me lo ha dicho un amigo cocinero de un restaurante al que acudimos con frecuencia tres amigos y yo cuatro.
Se trata de PELARLO. Simplemente.
A ver, yo sabía que el tomate debe ser de calidad. Que es condición indispensable sacarlo de la nevera unas horas antes, etc…, pero lo de pelarlo…no se me había ocurrido. Pues sí, un tomate en ensalada que previamente se haya pelado, tiene un sabor totalmente diferente.