Santiago Carrillo ha fallecido hoy en Madrid, a la edad de 97 años. Los restos mortales de Carrillo, que permanecen en su residencia, se prevé que sean trasladados a un tanatorio madrileño esta misma tarde.
El histórico dirigente del PCE había sufrido en la última semana un empeoramiento en su estado de salud, después de que en los últimos meses tuviera que ser ingresado en diversas ocasiones. La última vez fue el pasado mes de julio, cuando estuvo varios días en observación en el hospital Gregorio Marañón de Madrid por un problema de riego sanguíneo.
Desde la infección urinaria que le mantuvo ingresado en un hospital madrileño dos días en octubre de 2011, sólo se había visto en público a Carrillo el pasado 30 de marzo, cuando acudió al tanatorio del municipio madrileño de Parla para rendir tributo al fallecido Domingo Malagón, cuya habilidad para falsificar documentos permitió a muchos comunistas eludir la represión franquista.
Santiago Carrillo, nacido en Gijón en 1915, fue una de las principales figuras de la oposición clandestina a la dictadura de Franco.Fuera de España, adquirió gran relevancia por haber sido el pionero del eurocomunismo, una corriente opuesta a la ortodoxia de la Unión Soviética y que defendía un comunismo democrático. El cisma con el estalinismo se produjo en 1968, cuando Carrillo condenó la represión de la «Primavera de Praga» y la invasión de las tropas soviéticas en Checoslovaquia.
Apartado voluntariamente de la política activa, desde que en 1991 fracasaran definitivamente sus intentos de reunificar a las distintas familias comunistas españolas, Santiago Carrillo ha mantenido hasta el último momento su disposición a atender las peticiones de quienes solicitaban su opinión sobre la actualidad del país. En estos diagnósticos «desde la barrera», después de los 60 años ininterrumpidos de actividad política, el ex líder comunista conservaba la ironía socarrona y la agudeza verbal que siempre le caracterizaron, rematada por la imagen emblemática de un cigarrillo humeante en los labios o entre los dedos.
Quienes hayan vivido la historia reciente de España, recordarán también de él otras imágenes no menos simbólicas: la célebre peluca con la que burló el dispositivo de seguridad que debía impedir en 1976 su entrada en el país y la dignidad con que se mantuvo firme en su escaño, al igual que Adolfo Suárez, frente a los disparos con que los golpistas del 23-F, intentaron abortar una democracia aún débil.