Cristo en mí es mi ser espiritual; no tiene ni principio ni fin. Fui creado a la imagen y semejanza de Dios, soy un ser espiritual perfecto. Mi perfección es el Cristo en mí —la parte de mí que es inmutable e indestructible. El Cristo en mí es sustancia, vida y amor perfectos.
Mi esperanza y mi fe están enfocadas en el cumplimiento del potencial crístico en mi cuerpo, en mi mente y en mi corazón. Nada es imposible; nada es demasiado difícil de manejar. La perfección del espíritu crístico obra en mí y por medio de mí. Esta Presencia me ama, me guía y me apoya. Ayuda a sanar mi cuerpo y mis relaciones personales. Me inspira a mover montañas. Tengo plena fe en el Cristo morador.