Bebemos para ser agradables y lo que somos es desagradables.
Bebemos para parecer inteligentes y lo que parecemos es idiotas.
Bebemos para sentirnos acogidos y lo que somos es rechazados. Bebemos para estar más felices y lo que logramos es vivir más desgraciados.
Bebemos para tener más amigos y lo que hicimos fue tener más enemigos.
Bebemos para ser más sociables y lo que somos es más conflictivos.
Bebemos para dormir mejor y lo que ocurre es que amanecemos mal.
Bebemos para ser más valientes pero lo que somos es más cobardes.
Bebemos para "ahogar las penas" y vivimos ahogados por el remordimiento.
Bebemos para disminuir nuestros problemas y lo que logramos es que se multiplicaran.
Bebemos para tranquilizarnos y lo que conseguimos es estar más agobiados.
Bebemos para poder gozar la vida y lo que hacemos es apresurar la muerte.
Lo importante no es que los hijos "aprendan a beber" sino que aprendan que no tienen que hacerlo para pasarla bien. No les enseñemos -con nuestra tolerancia o ejemplo- a tomar sino a no tomar.