Publicado por Marcos
No termino de creerme la situación en la que nos estamos viendo envueltos en Galicia: ¡en llamas!
Pontevedra, mi tierra, es la provincia más afectada destrozada por el fuego. A estas horas hablamos de 110 incendios activos y 67 de ellos fuera de control, una cifra que sube día a día, pues las noticias hablaban de 72 incendios y 45 sin controlar el día 7, mientras viajaba de Pontevedra a Madrid en mi coche particular.
¡Jamás habíamos vivido algo así! Se comenta que son unas 10.000 las hectáreas arrasadas. Llegamos a ver llamas desde la ventana de mi casa, pues se quemaba el monte del Castelo. Cuesta respirar, el cielo está completamente gris. En las playas, a los rayos de sol les cuesta abrirse un hueco entre el humo. Por las noches, la luna -desde el propio centro de la ciudad- queda completamente oculta. Las viviendas se llenan de ceniza, pues entra por cualquier huequecillo de las ventanas. Paisajes como el de Soutomaior, donde el fuego llegó a 50 metros de la propia Casa Consistorial, están completamente destrozados. ¡Horrible!
Cuando las llamas se acercan a las casas, la situación se vuelve catastrófica, pues no hay medios disponibles y los propios vecinos de las aldeas se juegan la vida luchando por mantener lo que tienen. Antes de mi viaje, cambié las ruedas del coche en un taller de la zona, me comentaba el mecánico que había estado 12 horas evitando que el fuego llegase a unas casas cercanas, que a unos 50 metros de las llamas ya se te derrite la piel, y que al final 2 casas y 3 coches sufrieron daños y dos gallineros llenos de pollos se quemaron completamente. El ejército llegó muy tarde y sin medios.
La Xunta denuncia la obvia intencionalidad, y los gallegos observamos en directo desde nuestras ventanas, atónitos y con impotencia, semejante destrozo. Muchos incendios simultáneos alcanzan nivel 1 de alerta, aquel que se decreta cuando las llamas amenazan a bienes o personas. Ahora empieza a haber detenidos, y aunque paguen por ello lo que marque la ley, una gran mancha negra quedará en nuestros mapas… y en nuestros corazones.