El refrigerador Samus de Nora... - Amigos de Europa y América Unidos

El refrigerador Samus de Nora
“Tengo mucho frío” se dijo a sí mismo el refrigerador, tosiendo y estremeciéndose. Me siento tan sólo y cansado. Mis entrañas han sido saqueadas. La última vez que abrieron mi puerta, me dejaron sólo con media cebolla que guarda moho y desprende un fétido olor que inunda mi respiración obligándome a toser con nauseas.
En la base de mi cuerpo, se quedó un limón abandonado. El galán cítrico, cuando era joven lucía un hermoso tono amarillo, vivo y brillante. Ahora su corteza es color marrón y dura como una piedra. Lo acompaña en el fondo del cajón un desatendido ramo de apio, marchito y de color amarillento triste. El pobre sufre hoy con una fiera artritis que dobla algunos de sus tallos, antaño firmes y hoy lacios por la enfermedad del abandono.
¡Ay, tiempos aquellos! En que con garbo el vegetal se enorgullecía de la firmeza de sus hojas y su envidiable tono vivo. Se mostraban enhiestas, de un color verde brillante. Rivalizando con su compañero de cajón, el ahora limón viejo. ¡Que solos y abandonados nos hemos quedado!
Durante su lastimero quejido alcanzó a escuchar lo que medio kilo de carne molida desde el fondo del congelador decía: “Oye refrigerador, tú dices tener frio, no tienes la menor idea de lo que yo siento en este helado rincón. Mi cuerpo está como una piedra. Me olvidaron aquí desde hace más de tres meses. Cuando me trajeron era yo un trozo rollizo, jugoso y de un color a sangre fresca. Me hicieron la promesa de aderezarme y repartirme en pequeños pedacitos. Ella los llamo albóndigas. Dijo que me haría acompañar de jugoso caldillo de tomate con chipotles. Pero de mí se ha olvidado. Hoy heme aquí, mi cuerpo endurecido con el aire bajo cero que circula en este cuarto. Mi color a sangre fresca se mudó y hoy luzco un grisáceo apagado” e intentó derramar lágrimas, pero estas se hacían hielo y lastimaban más al pobre pedazo de carne.
“Cuanta muerte guardan mis entrañas”, pensó el refrigerador. De repente escuchó pasos muy de cerca. Para hacerse notar, ronroneó esperanzado y obligo a su cansado motor, que lo único que pudo hacer, fue dar un ligero quejido un “rrrrrr” apagado, acompañado de una imperceptible sacudida. Esperó que su puerta se abriera. Él sabía que si Nora se acercaba, sería para darle de comer y llenarlo con jóvenes víveres.
¡Oh sorpresa! La energía le cortaron, se dolió mucho cuando la vena que le daba vida fue arrancada del enchufe en la pared. Notó con espanto cómo descargaban y desenvolvían de su empaque a un joven y reluciente refrigerador Wikipus color plata.
Cuando se lo llevaban fuera de la cocina; con tristeza derramó gran cantidad de lágrimas, mismas que iban dejando a su paso una huella húmeda. Alcanzó a ver que acomodaban al joven refrigerador en el viejo rincón que le obligaban a abandonar. El cansado Samus se despidio con nostalgia del espacio en la gran cocina de Nora donde él vivió por varios años.