La mayor tragedia naval española contemporánea, el hundimiento del buque "Castillo de Olite", fue al mismo tiempo uno de los episodios más silenciados de la Guerra Civil. El hecho de que el conflicto bélico estuviese a punto de concluir, sumado al fracaso de la operación del Ejército nacional en Cartagena, llevó al régimen de Franco a ocultar la magnitud de un desastre que se cobró la vida de 1.476 soldados, en su gran mayoría gallegos.
En el mes de marzo de 1939 las tropas franquistas controlaban casi todo el territorio español, a excepción de la zona del Centro y Levante. La guarnición de Cartagena, sede de la poderosa flota republicana, se alzó el día 4 de ese mes contra el Gobierno de Madrid. Franco quiso aprovechar la oportunidad para tomar la base naval y propiciar el final de la guerra, por lo que ordenó que todos los buques de transporte disponibles acudiesen en auxilio de los sublevados.
El "Castillo de Olite" había sido requisado el año anterior frente a Gibraltar cuando, bajo pabellón soviético, intentaba burlar el bloqueo. El buque pasó a formar parte de un convoy compuesto por 30 barcos y 25.000 soldados que Franco envió a Cartagena para apoyar al contingente militar que se había levantado en armas y arrestado al coronel Galán, representante del gobierno republicano en la ciudad. A mediodía del día 5, mientras los fieles a la República peleaban en Cartagena contra los sublevados y la Flota republicana abandonaba la ciudad con rumbo desconocido, el "Castillo de Olite" zarpaba desde Castellón. En sus bodegas, más de 2.000 soldados, la mayoría gallegos, creían que la ciudad estaba conquistada y navegaban entre bromas y canciones, al son de alguna gaita, celebrando el final de la guerra.
Sin embargo la misión era muy arriesgada, pues los barcos debían navegar frente a una costa en poder del enemigo y sin protección de ningún tipo, ya que la urgencia de la operación lo impedía. La descoordinación en el bando franquista provocó además que los mandos del "Castillo de Olite" -el buque carecía de comunicaciones- no fueran avisados de que las tropas republicanas habían sofocado la sublevación y que el barco debía regresar a su punto de partida.
En la mañana del 7 de marzo, al llegar frente a la batería de costa murciana conocida como La Parajola, el barco recibió un solo impacto de la artillería enemiga. El proyectil impactó en la bodega en la que transportaban la munición, reventando al buque, que se hundió en menos de 15 minutos, quedando depositado sobre el fondo marino a unos 24 metros de profundidad. El combate se saldó con la muerte de 1.476 soldados, la mayoría de ellos gallegos. Otros 342 resultaron heridos y 294 fueron hechos prisioneros hasta el inminente final de la guerra.
"Lo que nos hundió fue toda la munición que llevábamos a bordo, así como la caldera de vapor, ya que al entrarle agua reventó y partió el barco en dos", recordaba hace unos años el gallego Enrique Jaspe Leira, uno de los soldados que salvaron la vida en la tragedia, y que presidió la Hermandad de Supervivientes del "Castillo de Olite" hasta su fallecimiento en 2012.
La mayor parte de los soldados murieron ahogados en las bodegas del barco, pero otros muchos fueron víctimas de la explosión. Algunos de los que consiguieron sobrevivir agarrados a los restos que flotaban sobre el agua fueron tiroteados por los milicianos desde la costa. El barco quedó hundido frente a la isla de Escombreras y los pescadores locales pasaron la noche rescatando a los náufragos. Todos los supervivientes reconocieron que salvaron la vida gracias al heroísmo de los marineros.
Veinte años más tarde, el Gobierno decidió instalar una refinería de petróleo en la zona de Escombreras. Al construir el puerto petrolero se observó que los restos del "Castillo de Olite" impedían la entrada de los buques, por lo que se optó por desmontar los mástiles del infortunado navío. Cuando los buzos bajaron hasta el pecio, quedaron sorprendidos pues la bandera de combate permanecía asida al mástil, por lo que fue recuperada y enviada al Museo Militar de A Coruña.
Durante décadas, uno de los mástiles del barco estuvo colocado en el acuartelamiento del Regimiento de Artillería de Campaña nº 28 en A Coruña, después se trasladó al cuartel de Atocha de la ciudad herculina, y en la actualidad se encuentra en el cuartel pontevedrés de Figueirido, sede de la Brilat.