La realidad del día a día en las escuelas españolas es más dura que la que pintan los cuadros macroeconómicos del Gobierno. Mientras las cifras oficiales hablan de que España está en la senda de la salida de la crisis, los directores de los colegios describen un panorama bien distinto: niños que se marean por una alimentación inadecuada, chicos que antes de ir a clase acuden al comedor social o profesores que se ven obligados a comprar en el súper, con su dinero, la comida que esos alumnos no han podido ingerir durante la jornada escolar.
Una situación de por sí grave, que empeorará en los meses de vacaciones de verano. Y es que, según un estudio de la ONG Educo, nacida de la unión de Intervida y Educación sin fronteras, unos 500.000 niños que en toda España han tenido este año una beca para el comedor escolar se quedarán sin esta ayuda cuando llegue el periodo estival.
El informe señala que el 25% de los menores españoles viven por debajo del umbral de la pobreza y que durante el curso al menos medio millón de ellos pueden hacer una buena comida, variada y nutritiva, en el colegio. “Pero, ¿qué comerán del 23 de junio al 15 de septiembre?”, plantea Pepa Domingo, responsable del programa Educo. Esta ONG espera ofrecer 96.000 ayudas este verano aunque no llegará a “paliar”ni de lejos todas las necesidades.
Por ello, los responsables de esta organización, que este lunes presentaron en Barcelona una campaña de concienciación para toda España, instaron a las administraciones públicas a que pongan en marcha de manera urgente una “solución global” para que una vez que se acabe el curso los chicos no se queden sin la que para muchos de ellos es la única comida completa del día.
Problema creciente
Los datos del estudio muestran una situación social muy complicada. Así, 100.000 niños han dejado de asistir al servicio de comedor entre los cursos escolares 2009-2010 y 2011-2012 por la situación precaria de sus familias, que no les permite pagar la cuota establecida. Incluso en los casos en que se les otorga una beca parcial por parte de la Administración, los problemas para pagar la parte del coste que esta no cubre, obligan a muchas familias a renunciar a ella. Además, la disminución de comensales hace que los precios de los menús suban, provocando que aquellos niños con mayor necesidad se vean en situaciones de abandono del comedor o de impago, lo que provoca problemas tanto para el niño como para la escuela.
Donde más problemas están encontrando los colegios, según el testimonio de María Angles Frescó, directora de un centro en Barcelona, es en las familias en las que uno de los dos progenitores se ha quedado en el paro y con un sueldo no llegan para cubrir los gastos, pero tampoco pueden acceder a las ayudas públicas porque superan los baremos. Son los llamados trabajadores pobres y entre el 30 y el 40% de las familias a las que se les deniega la beca comedor están en una situación muy delicada, afirma esta docente.
Asimismo, el estudio afirma que unos 200.000 escolares no pueden permitirse comer carne, pollo o pescado cada dos días. Son el 2,5% del total, con datos de 2012, que son medio punto superiores que en 2007. ¿Significa esto que el 2,5% de los niños españoles están malnutridos? Según Ángela García, profesora del diploma en alimentación y cohesión social que imparte la facultad de Educación Social de la fundación Pere Tarrés, la respuesta es no. A su juicio, el indicador de ingesta de carne o pescado cada dos días es un factor de seguridad alimentaria que sirve para evaluar si una persona puede disponer y acceder a un aporte proteico adecuado que, en el caso español, es el nutriente más caro de la dieta. No obstante, para tener un buen estado nutricional y estar sano, no sólo se necesita una ingesta de proteínas y de energía, sino que también se necesitan vitaminas y minerales. Con déficits de yodo, hierro o calcio, se puede incurrir en anemias, en una mala función cognitiva o en osteoporosis, por ejemplo. Esto es lo que se llama “hambre oculta”, según los responsables de la ONG Educo, pues tiene importantes repercusiones fisiológicas y sociales que muchas veces no se tienen en cuenta porque sus consecuencias son más a largo plazo y no se ven de forma inmediata.
Educo concluye en su informe que uno de cada dos menores de 16 años (en concreto, un 48,4%) no puede irse de vacaciones ni una semana al año, una cifra que ha crecido más de 10 puntos porcentuales en sólo cinco años, coincidiendo con la crisis.