Puede que a veces no tenga claro mi propósito en la vida. Quizás me sienta confundido, estancado o perdido. Si esto sucede, acudo a mi interior y presto atención al Espíritu. Dejo ir cualquier preocupación acerca del futuro y confío en el silbo apacible y delicado en mi corazón. Pido guía acerca del próximo paso y tomo acción.
Un bebé que apenas está aprendiendo a pararse no sabe que también está fortaleciendo sus habilidades para caminar, correr y bailar. Tal como el niño, puede que yo no sepa que los pasos que estoy dando hoy sientan las bases para mi jornada futura. Tengo fe en que Dios guía mis decisiones y acciones. Al escuchar y seguir mi guía interna, sé que estoy en el camino correcto.
Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.—Salmo 119:105
Mi paz proviene del centro de mi ser. Cuando practico mantenerme centrado, promuevo mi serenidad. Encuentro un lugar tranquilo para meditar y dirijo la atención a mi interior.
Visualizo un gran círculo cubierto con una capa fina de arena. Enfoco mi atención en su centro y visualizo que trazo una espiral en la arena, moviéndome lentamente de adentro hacia fuera.
Veo mi vida como este círculo. Al suscitar serenidad desde mi interior, me muevo con facilidad y gracia en el mundo. La paz emana de mi centro de calma y traigo mi presencia tranquila dondequiera que voy. Infundo toda situación con calma, agradecido por ser un centro que irradia la paz de Dios.
Jesús les dijo: —Vengan, vamos nosotros solos a descansar un poco.—Marcos 6:31