Cuando leo o escucho acerca de los disturbios en el mundo, tal vez me pregunte ¿Qué puedo hacer? Entonces, comienzo el proceso de paz honrando la naturaleza divina de cada ser. Oro por quienes enfrentan tribulaciones. Envío oraciones de guía a los líderes mundiales. Visualizo paz entre los países y entre las personas.
Para promover la paz comienzo conmigo mismo. Me conecto fervorosamente con el Espíritu. Y este vínculo sagrado me permite demostrar paz en el trabajo, en mi familia y con todos mis conocidos. Cuandoquiera que sienta preocupación, frustración o ansiedad, recuerdo honrar la naturaleza divina de cada ser. Hacer esto fomenta la paz en mí y a mi alrededor.
La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.—Juan 14:27
Los jardines prosperan cuando quitamos las malas hierbas y hacemos espacio para que las flores y los vegetales crezcan. Lo mismo es cierto respecto a mí: cuando arranco las “malas hierbas” de la negatividad y la preocupación, aclaro el camino para que mis bendiciones surjan.
Dejo ir. ¿Estoy aferrado a aquello que no beneficia mi vida? De ser así, determino dejar ir todo pensamiento o hábito negativo para permitir que Dios llene mi mente con la maravilla y la visión de las posibilidades ante mí.
Dejo que Dios actúe. Dejar ir el pasado abre el camino para que un nuevo gozo llene mi vida. Al soltar lo que ya no es importante, hago espacio para mayores bendiciones. ¡Dejo ir y permito que Dios sea Dios en mi vida, hoy y siempre!
La semilla sembrada en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto.—Mateo 13:23
Una madre que protege amorosamente a su hijo. Un maestro que motiva a un estudiante. Una enfermera que cuida de un paciente. Éstos son ejemplos de personas que ofrecen ayuda para satisfacer las necesidades de otros. Ésta es una realidad diaria de cómo la gente trabaja junta para proporcionar seguridad y cuidado a los demás.
También existe una realidad de seguridad espiritual, la cual experimento al confiar en Dios. Con Dios, estoy protegido. Estoy en paz. Tengo la certeza de que mis necesidades son satisfechas. Al refugiarme en Dios, siento la plenitud de Su amor. Esto me permite continuar con mi día con fe en que la presencia protectora de Dios va delante de mí, proporcionándome amparo y ayudándome a tomar decisiones sabias y cabales.