Existen señales y maravillas de lo divino en todas partes. Pueden encontrarse en los ciclos de la naturaleza. Surgen como esperanza y valor para quienes necesitan perseverancia durante tiempos difíciles.
También existen maravillas de Dios aún esperando ser descubiertas o exploradas. Un exterior acostumbrado puede ocultar tesoros internos. Desviarnos de un camino establecido puede llevarnos a bellezas naturales inesperadas.
Cada amanecer nos brinda un nuevo día para hacer y ser lo mejor que podamos, y cada ocaso nos ofrece una oportunidad para descansar y revitalizarnos. Cuando vivo cada día con asombro, esperando y aceptando lo mejor, abro el camino para que la magnificencia divina se manifieste.
Que se hagan sanidades y señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo Jesús.—Hechos 4:30
En el Sermón del monte, Jesús les aseguró a sus seguidores: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. Acepto con gratitud consuelo para mí hoy. Recibo ánimo al saber que mi sentimiento de tristeza es simplemente una reacción al cambio, y que éste es parte de mi viaje espiritual.
Las transiciones pueden ser difíciles y hasta dolorosas, mas el consuelo siempre está disponible para mí. Lo único que he de hacer es mantener mi atención centrada en la expresión crística que YO SOY.
Jesús declaró y afirmó que “los que lloran” serían bendecidos. Según reconozco y supero cualquier sentimiento de pérdida, avivo el valor de vivir y soy bendecido.
Ustedes, los cielos, ¡canten alabanzas! … ¡El Señor ha consolado a su pueblo, y se ha compadecido de sus pobres!—Isaías 49:13