La guía espiritual siempre está presente en mí y a mi alrededor. Sé, sin duda alguna, que las respuestas que busco están en camino hacia mí. Enfoco mi atención en dejar ir cualquier preocupación que pueda tener. No trato de solucionar situaciones por mí mismo. Por el contrario, pongo todo en oración. Si experimento oscuridad en mi vida, sé que Dios me guiará fuera de ella hacia la luz. Si comienzo a preocuparme por algo, recuerdo la guía divina.
La guía puede surgir en cualquier momento, y a menudo de maneras inesperadas. Debo mantener mi mente abierta y receptiva a todas las posibilidades de dirección divina. Las comprensiones me guiarán por el camino correcto. Avanzo con confianza un paso a la vez. Mi mente está en paz.