La negación, nos protege y nos daña
“No puede ser verdad” “No me ha podido ocurrir a mí” “No puede ser cierto” “Nunca me lo imaginé” “No estoy preparado/a” “Se han equivocado” “Cuando llegue a casa, me dirán que no sucedió” “No me dejes ahora”
Estos pensamientos y muchos otros nos vienen a la cabeza cuando acabamos de conocer la peor de las noticias, ante un fallecimiento, catástrofe, accidente, atentado…
En realidad estos pensamientos son mecanismos de protección de nuestra psiqué, ante situaciones que no somos capaces de soportar, que no esperábamos y que, por ello no estamos preparados para aceptar.
Esto es la negación, es la forma que tiene la naturaleza de protegernos ante el excesivo dolor y sufrimiento de la pérdida. Es una estrategia adaptativa que nos ayuda a afrontar la situación para sobrevivir y dosificar el impacto y el dolor.
La negación es necesaria, porque ganamos tiempo para ir asimilando la realidad poco a poco, en dosis aceptables a nuestra psique. Nos permite sobrevivir ante un mundo lleno de cambios, sucesos y circunstancias inesperados, que nunca habríamos imaginado, y para lo que nunca estaríamos preparados.
A su vez, con la negación entramos en la primera etapa del proceso de duelo, a lo largo del cual, siguen otras etapas, que nos ayudan a ir recorriendo el duelo hasta superarlo y aceptarlo.
Tras la negación, la Ira y el enfado nos hacen buscar a quien culpar de lo ocurrido, tras ella la negociación, por lo que haríamos cualquier cosa para que cambiase la realidad, continúa la Tristeza y sensación de vacío ante la pérdida, y finalmente la Aceptación, nos permite volver a retomar nuestra vida, aún con la pena, aceptamos que es una realidad y que tenemos que seguir viviendo.
Ya que el duelo, supone necesariamente un recorrido por las diferentes etapas, es importante saber que la negación es una más y la primera, de la cual hay que salir, y continuar por el resto de etapas, con el fin de superar el dolor y el sufrimiento ante la pérdida.
De no ser así, si quedamos estancados en la negación, se convierte en un mecanismo desadaptativo, que nos paralizará en el pasado, impidiendo volver a la vida presente, no aceptando la realidad, y quedando sumido en un ilimitado sufrimiento, pudiendo desembocar en un trastorno del estado de ánimo.
De ahí la importancia de vivir cada una de las etapas del duelo, empezando en la negación, y culminando con la incorporación a la nueva vida, en la nueva realidad, aceptando por tanto lo ocurrido, desapareciendo el sufrimiento y el dolor por ello.
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